Citas
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Lacan, J.; Los escritos técnicos de Freud; Seminario I; Paidos; 1981
"Saben que su proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de su historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. Pero antes de este momento, aunque en forma correlativa con él, el sujeto toma conciencia de su cuerpo como totalidad. Insisto en este punto en mi teoría del estadio del espejo: la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. Esta formación se desvincula así del proceso mismo de la maduración, y no se confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo.
Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de su vida fantasmática."
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J-A Miller; El lenguaje aparato del goce; Buenos Aires; Diva; 2000
“En el primer paradigma de Lacan la libido tiene un estatuto imaginario y el goce como imaginario no procede del lenguaje, de la palabra y de la comunicación. No procede del sujeto para hablar con propiedad, se relaciona con el yo como instancia imaginaria –Lacan interpreta el yo a partir del narcisismo y el narcisismo a partir del estadio del espejo -. Aquí encuentra muy naturalmente la formula freudiana del yo como reservorio de libido, y lo extiende al punto de decir, pagina 427 de los Escritos, que ’el narcisismo envuelve las formas del deseo” (p 141)
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Lacan, J.; Intervención sobre la transferencia; Escritos I; Madrid; Siglo XXI;2009
”En un psicoanálisis el sujeto se constituye por un discurso donde la mera presencia del psicoanalista aporta antes de toda intervención, la dimensión del dialogo (…) en una palabra el psicoanálisis es una experiencia dialéctica.”
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Lacan, J.; Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis; Escritos I; Madrid; Siglo XXI;2009
“… el síntoma se resuelve por entero en un análisis de lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser liberada”.
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Lacan, J.; La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis; Escritos I; Madrid; Siglo XXI;2009
“En efecto, es en la desagregación de la unidad imaginaria que constituye el yo donde el sujeto encuentra el material significante de sus síntomas.
La pasión imaginaria
“El interés del yo es una pasión cuya naturaleza había sido ya entrevista por la estirpe de los moralistas entre los cuales se la llamaba amor propio, pero de la cual sólo la investigación psicoanalítica supo analizar la dinámica en su relación con la imagen del cuerpo propio.
Esta pasión aporta a toda relación con esta imagen, constantemente representada por mí semejante, una significación que me interesa tanto, es decir que me hace estar en una tal dependencia de esta imagen, que acaba por ligar al deseo del otro todos los objetos de mis deseos, más estrechamente que al deseo que suscita en mí.
Se trata de los objetos en cuanto que esperamos su aparición en un espacio estructurado por la visión, es decir de los objetos característicos del mundo humano.”
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Lacan, J.; Los escritos técnicos de Freud; Seminario I; Paidos; 1981
Si algo hace a la originalidad del tratamiento analítico es justamente el haber percibido, desde su origen y de entrada, la relación problemática del sujeto consigo mismo. El hallazgo propiamente dicho, el descubrimiento, tal como se los expuse a principios de este año, consiste en haber puesto esta relación en conjunción con el sentido de los síntomas.
El rechazo de este sentido es lo que plantea al sujeto un problema. Este sentido no debe serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que respeta a la persona humana –tal como hoy lo entendemos luego de habernos dado cuenta que la misma tenía su valor- que no solo la respeta , sino que no puede funcionar sino respetándola. Sería entonces paradójico colocar en primer plano la idea de que la técnica analítica tiene como objetivo forzar las resistencias del sujeto”. (p.53)
“El yo es referencial al otro. El yo se constituye en relación al otro. Le es correlativo. El nivel en que es vivido el otro sitúa el nivel exacto en el que, literalmente, el yo existe para el sujeto” (p.85)
“El superyó es un imperativo. Como lo indican el sentido común el uso que de él se hace, el superyó es coherente con el registro y la noción de ley, es decir con el conjunto del sistema del lenguaje, en tanto define la situación del hombre como tal, es decir, en tanto que éste no sólo es individuo biológico. Por otra parte, es preciso acentuar también, y en sentido contrario su carácter insensato, ciego, de puro imperativo, de simple tiranía. (…)
El superyó tiene relación con la ley, pero es a la vez una ley insensata, que llega a ser el desconocimiento de la ley. Así es como actúa siempre el superyó en el neurótico. ¿No es debido acaso a que la moral del neurótico es una moral insensata, destructiva, puramente opresora, casi siempre antilegal, que fue necesario elaborar la función del superyó en el análisis?
El superyó es, simultáneamente, la ley y su destrucción. En esto es la palabra misma, el mandamiento de la ley, puesto que sólo queda su raíz. La totalidad de la ley se reduce a algo que ni siquiera puedes expresarse, como el Tú debes, que es una palabra privada de todo sentido. En este sentido, el superyó acaba por identificarse sólo a lo más devastador, a lo más fascinante de las primitivas experiencias del sujeto. Acaba por identificaré se a lo que llamo la figura feroz, a las figuras que podemos vincular con los traumatismos primitivos, sean cuales fueren, que el niño ha sufrido”. (p161)
“Hay un momento en el cual se produce para el niño, a través de la mediación de la imagen del otro, la asunción jubilatoria de un dominio que aún no ha alcanzado. Sin embargo, el sujeto se muestra totalmente capaz de asumir este dominio en su interior. Movimiento de báscula.
Por supuesto, no puede asumirlo sino como forma vacía. Esta forma, este envoltorio de dominio, es algo tan verdadero que Freud, que llegó a ella por vías muy diferentes a las mías, por las vías de la dinámica de la carga libidinal, no puede expresarse de otro modo; lean El yo y el ello. Cuando Freud habla del ego, no se trata en absoluto de algo incisivo, determinante, imperativo que podríamos confundir con lo que la psicología académica denomina instancias superiores. Freud señala que debe tener una relación muy estrecha con la superficie del cuerpo. No se trata de la superficie sensible, sensorial, impresionada, sino de esa superficie en tanto está reflejada en una forma. No hay forma sin superficie; una forma se define por una superficie: por la diferencia en lo idéntico, es decir, por la superficie.
La imagen de la forma del otro es asumida por el sujeto. Está situada en su interior, es gracias a esta superficie que, en la psicología humana, se introduce esa relación del adentro con el afuera por la cual el sujeto se sabe, se conoce como cuerpo.
Por otra parte, ésta es la única diferencia verdaderamente fundamental entre la psicología humana y la psicología animal. El hombre sabe que es un cuerpo, cuando en realidad no hay ninguna razón para que lo sepa, puesto que está en su interior. También el animal está en su interior, pero no tenemos razón alguna para pensar que se lo representa así.
El hombre se aprehende como cuerpo, como forma vacía del cuerpo, en un movimiento de báscula, de intercambio con el otro. Asimismo, aprenderá a reconocer invertido en el otro todo lo que en él está entonces en estado de puro deseo, deseo originario, inconstituido y confuso, deseo que se expresa en el vagido del niño. Aprenderá, pues aún no lo ha aprendido, tan sólo cuando pongamos en juego la comunicación.
Esta anterioridad no es cronológica sino lógica, no hacemos más que deducirla. No por ello es menos fundamental; nos permite distinguir los planos de lo simbólico, lo imaginario y lo real, sin los cuales no podemos progresar en la experiencia analítica, salvo utilizando expresiones rayanas con la mística.
Antes que el deseo aprenda a reconocerse- pronunciemos ahora la palabra- por el símbolo, sólo es visto en el otro.
En el origen, antes del lenguaje, el deseo sólo existe en el plano único de la relación imaginaria del estadio especular; existe proyectado, alienado en el otro. La tensión que provoca no tiene salida. Es decir que no tiene otra salida- Hegel lo enseña- que la destrucción del otro.
En esta relación, el deseo del sujeto sólo puede confirmarse en una competencia, en una rivalidad absoluta con el otro por el objeto hacia el cual tiende. Cada vez que nos aproximamos, en un sujeto, a esta alienación primordial, se genera la agresividad más radical: el deseo de la desaparición del otro, en tanto el otro soporta el deseo del sujeto”.( p.253)
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Lacan, J.;El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica; Seminario II; Paidos; 1983
“¿Qué sabemos respecto al yo? ¿Es real el yo, es una luna, o es una construcción imaginaria? Partimos de la idea, que les vengo machacando desde hace tanto tiempo, de que no hay forma de aprehender cosa alguna de la dialéctica analítica si no planteamos que el yo es una construcción imaginaria. Nada le quita al pobre yo el hecho de que sea imaginario: diría inclusive que esto es lo que tiene de bueno. Si no fuera imaginario no seríamos hombres, seríamos lunas. Lo cual no significa que basta con que tengamos ese yo imaginario para ser hombres. También podemos ser esa cosa intermedia llamada loco. Un loco es precisamente aquel que se adhiere a ese imaginario, pura y simplemente.
(…) S es la letra S, pero también es el sujeto, el sujeto analítico, es decir, no el sujeto en su totalidad. Todo el tiempo nos dan la lata con que se lo aborda en su totalidad. ¿Por qué iba a ser total? Nada sabemos de esto. ¿Es que han encontrado ustedes seres totales? Tal vez sea un ideal. Yo nunca vi ninguno. Por mi parte, yo no soy total. Ustedes tampoco. Si fuéramos totales, cada uno sería total por su lado y no estaríamos aquí, juntos, tratando de organizarnos, como se dice. Es el sujeto, no en su totalidad sino en su abertura. Como de costumbre, no sabe lo que dice.
(…) supiera lo que dice no estaría ahí.
(…) Claro está que no es ahí donde él se ve, esto no sucede nunca, ni siquiera al final del análisis. Se ve en a, y por eso tiene un yo. Puede creer que él es este yo, todo el mundo se queda con eso y no hay manera de salir de ahí.
Lo que por otro lado nos enseña el análisis es que el yo es una forma fundamental para la constitución de los objetos. En particular, ve bajo la forma del otro especular a aquel que por razones que son estructurales llamamos su semejante. Esa forma del otro posee la mayor relación con su yo, es superponible a éste y la escribimos a'.(p.365)
“Si se forman analistas es para que haya sujetos tales que en ellos el yo esté ausente. Este es el ideal del análisis, que, desde luego, es siempre virtual. Nunca hay un sujeto sin yo, un sujeto plenamente realizado, pero es esto lo que hay que intentar obtener siempre del sujeto en análisis”. (p.369)
“Tomemos el caso concreto del obsesivo. En él la incidencia mortal del yo es llevada al máximo. Detrás de la obsesión no está, como dicen algunos teóricos, el peligro de la locura, el símbolo desatado. El sujeto obsesivo no es el sujeto esquizoide que en cierto modo habla directamente a nivel de sus pulsiones. Es el yo en cuanto portador él mismo de su desposesión, es la muerte imaginaria. Si el obsesivo se mortifica es porque, más que otro neurótico, se apega a su yo, que lleva en sí la desposesión y la muerte imaginaria.
¿Por qué? El hecho es evidente: el obsesivo es siempre otro. Cuente lo que cuente, sean cuales fueren los sentimientos que comunica, siempre son los de otro y no los suyos. Esta objetalización de sí mismo no se debe a una inclinación o a un don introspectivo. En la medida en que evita su propio deseo, presentará todo deseo en el cual se embarque, así fuese en apariencia, como deseo de ese otro él mismo que es su yo.
¿No es abundar en esta dirección, pensar en reforzar su yo?, ¿en permitirle sus diversas pulsiones, su oralidad, su analidad, su estadio oral tardío, su estadio anal primario?, ¿en enseñarle a reconocer lo que quiere, y que se sabe desde el comienzo: la destrucción del otro? ¿Cómo no será la destrucción del otro, puesto que se trata de su propia destrucción, que es exactamente lo mismo?
Antes de permitirle reconocer la fundamental agresividad que dispersa y refracta sobre el mundo y que estructura todas sus relaciones objetales, es preciso hacerle comprender cuál es la función de esa relación mortal que mantiene consigo mismo, y que hace que, a partir del momento que un sentimiento sea suyo, comience por anularlo. Si el obsesivo les dice que algo o alguien no le interesa, pueden pensar que le interesen muchísimo. Allí donde se expresa con la mayor frialdad es donde sus intereses están comprometidos al máximo.
Actuar de modo que el obsesivo se reconozca a sí mismo en la imagen descompuesta de sí-mismo que nos presenta bajo la forma más o menos dispersada, degradada, suelta, de sus pulsiones agresivas, es sin duda esencial; pero la clave de la cura no está en esa relación dual consigo mismo. La interpretación de su relación mortal consigo mismo sólo puede tener alcance si se le hace comprender su función.
No es que esté muerto en sí mismo, ni realmente. ¿Para quién está muerto? Para el que es su amo. ¿Y con respecto a qué? Con respecto al objeto de su goce. Borra su goce para no despertar la cólera de su amo. Pero por otra parte, si está muerto o si se presenta como tal, ya no está ahí, es otro y no él el que tiene un amo e, inversamente, él mismo tiene otro amo. Por consiguiente, siempre está en otra parte. En tanto deseante, se desdobla
(…) El objeto de su deseo, como demostré en mi comentario del Hombre de las ratas, y también a partir de mi experiencia vinculada a Poésie et Vérité, sufre igualmente un desdoblamiento automático Aquello que interesa al obsesivo es siempre otro, porque si lo reconociera verdaderamente estaría curado.(p.400)
Citas comentadas
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Lacan, J. El Seminario Libro III, Las Psicosis, Paidós, Bs. As., p. 62
“Como suele ocurrir habitualmente evolución concreta de las cosas, quien triunfó y conquistó el goce se vuelve completamente idiota, incapaz de hacer otra cosa más que gozar, mientras que aquel a quien se privó de todo conserva su humanidad"
La imaginarización del goce. ¿Cómo puede ser situada clínicamente?
Tomás Verger. Participante EOL Sección Rosario
El primer paradigma propuesto por Jacques-Alain Miller es el paradigma de la imaginarización del goce. Ubiquemos esto en dos vertientes: en primera instancia, cómo Lacan lo sitúa en su Seminario III, y luego cómo la elucidación que realiza Jacques-Alain Miller resulta operativa en términos clínicos.
En Las Psicosis, Lacan se referirá a la noción de goce de la siguiente manera: “Como suele ocurrir habitualmente en la evolución concreta de las cosas, quien triunfó y conquistó el goce se vuelve completamente idiota, incapaz de hacer otra cosa más que gozar, mientras que aquel a quien se privó de todo conserva su humanidad.”[1] De este pasaje podemos declinar el carácter estanco del goce que es propuesto por Lacan a esta altura, a su vez, inerte, y presentándose como obstáculo. Esta caracterización se opone a la dialéctica del eje simbólico, por lo que podemos decir que una de las disimetrías que se pone de relevo es: el estancamiento propio del goce imaginario en contraposición al movimiento de articulación propio del registro simbólico. La imposibilidad de relación propia de esta polaridad es notable.
Ahora bien, ¿qué ocurre si la dialéctica simbólica no opera? Vayamos a una viñeta clínica. En Desarraigados, Hervé Castanet presenta un caso intitulado Una mujer destruya a un hombre. Se trata de Víctor, para quien los encuentros con mujeres implican necesariamente una alcoholización que lo anule como sujeto, que provoque una suerte de black out. Castanet precisará muy bien las consecuencias devastadoras para Víctor, al no funcionar ningún tipo de triangulación, es decir ningún tipo de mediación simbólica que proteja al sujeto del goce imaginario. Aquí el pasaje: “Si mi padre bebía era porque no estaba satisfecho sexualmente con mi madre. Ella lo perseguía sexualmente.” La frase es el eureka subjetivo del pasado de la problemática familiar: el goce malévolo y destructor de la madre resulta la explicación definitiva. La lógica que sostiene la explicación no es edípica, no hay ninguna triangulación. Solo funciona la díada exacerbada: una víctima y su perseguidora. La violencia que dirige a su padre está doblemente determinada. Afirma que por rabia quiere destruir al que le ocupó su lugar junto a la madre. Pero también quiere destruir al que no supo ofrecer resistencia a su mujer, sacrificando ante ella su virilidad sexuada, su posición de hombre deseante. Esta violencia es tanto más radical cuanto que, identificado a ese padre, a su trazo de resto, lo experimenta si mediación en lo imaginario. Con la madre se pone en juego un tú o yo, un tú y yo, como un estrago radical a través de la identificación paterna.”[2]
Se pesquisa bien la consecuencia de quedar confrontado al goce de su madre, lo cual tiene como correlato, una posición subjetiva no dialectizable.
Referencias:
1. Lacan, J. El Seminario Libro III, Las Psicosis, Padós, Bs. As., p. 62
2. Miller, J.-A. y otros, en Desarraigados, Paidós, Bs. As., 2016, p. 23
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Jaques –Alain Miller, El lenguaje aparato de goce, Ed. Colección Diva, p 144
“… frente a la satisfacción simbólica que extiende su imperio sobre el conjunto del psiquismo, permanece la satisfacción imaginaria, que llamará precisamente , el goce”
Identificación a la imagen del cuerpo
Lacan ubicará la satisfacción del niño al encontrarse con la imagen de su cuerpo unificado a pesar de que lo había experimentado fragmentado. Ese júbilo es algo que Lacan ahora deja de lado, pero después lo retomará. Señala que el niño manifiesta una satisfacción ante su imagen unificada y reconocerla gracias a la voz del Otro que le habla y le dice que ese es él . De esta forma lo inscribe en lo simbólico anudando lo imaginario y lo simbólico, pero lo que queda al pasar es el efecto en el cuerpo. Lo real, que también se anuda en este movimiento. Aquí no figura el cuerpo, sino la imagen del cuerpo a ser conquistada por lo simbólico. Más adelante, el imaginario tomará otra tonalidad.
Antes del estadio del espejo, el cuerpo está fragmentado, la imagen no es operativa, está suelta, no produce la identificación por no estar bajo las leyes simbólicas.
Por el contrario encontrarse con su sombra, una imagen sin forma, oscura y opaca, angustia al niño, no devuelve ninguna unidad que pacifique, a pesar de que el adulto le diga esa es tu sombra, eso no le permite tratar ese cuerpo fragmentado. La última niña hace un tratamiento, habla con su sombra y eso la pacifica o al menos no la angustia tanto.
Bibliografía
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J. Lacan Seminario I, “Los escritos técnicos de Freud”. Ed. Paidos
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J. Lacan Seminario IV, “La relación de objeto”. Ed. Paidos
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J. Lacan “Intervención sobre la transferencia”. Escritos. Siglo XXI