Lidia Ramirez. AP. ELP. Barcelona, España. AE Escuela Una
¿QUÉ ME EVOCA EL GOCE DISCURSIVO?
Jacques Lacan comienza El Reverso del Psicoanálisis haciendo referencia al lugar desde el que se dirige a su público. Es su “tercer desplazamiento”, dice. Después de haber enseñado en el hospital de Sainte Anne y en l’Ecole practique des Hautes Etudes, es desde la Facultad de Derecho donde imparte el Seminario que comienza con la “Producción de los cuatro discursos”
No sabía que en francés, el término goce (jouissance) tuviera una raíz jurídica que está referida a la idea de usufructo, es decir, gozar de un bien ajeno a condición de conservarlo. Esta contingencia me evoca que podemos pensar “los seis paradigmas del goce”[1] de Jacques-Alain Miller como los desplazamientos que el lugar del goce ha tenido a lo largo de enseñanza de Jacques Lacan y las consecuencias de dichos desplazamientos.
Como nos sitúa Miller los textos a los que nos podemos referir para pensar el goce discursivo, el quinto paradigma, son tres: El Seminario De un Otro al otro, el Reverso del Psicoanálisis y “Radiofonía”.
La fórmula con la que Lacan había definido la relación del sujeto con el significante que conocemos por su texto “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”: un significante es lo que representa un sujeto para otro significante” es reformulada por Miller como: “un significante representa un goce para otro significante”, señalando que “es la fórmula que introducen los discursos”, lo que da como resultado una equivalencia entre sujeto y goce.
Tenemos entonces el significante, el sujeto por el que es representado y el goce al que se le puede hacer equivaler. Necesitaríamos saber qué hay antes de que el aparato significante se ponga en marcha y lo que tenemos es “la instancia aún misteriosa de un ser previo en el que se inscribirá este aparato, un ser del que el significante hará un sujeto barrado”[2].
Este ser previo “es un ser de goce, es decir, un cuerpo afectado de goce. Por eso Lacan dice con todas las letras en su Seminario de El Reverso…, que el punto de inserción del aparato significante es el goce”[3]. El significante falla al no poder dar una representación completa del sujeto y es esta falta la que instaura la repetición. El goce introduce la dimensión del cuerpo en el registro de la vida. El goce que surge de la inscripción significante, sustrae algo de esa vida. Esta pérdida de goce, trae un suplemento, un plus de goce al que Jacques Lacan le inventa un nombre, es el objeto a. Lo que resulta nuevo en el Reverso…, nos aclara Miller, es que Lacan introduce “el significante como aparato de goce” y precisa que “lo que se vehicula en la cadena significante es goce”.
Este paradigma cinco examina la relación primitiva entre significante y goce y produce un movimiento de desplazamiento con el que Lacan “adjura de la autonomía de lo simbólico”[4].
Así como en La Ética del Psicoanálisis encontramos una relación con el goce que se expresa en términos de tragedia, Antígona es un ejemplo, y el acceso al mismo no puede pensarse más que en términos de transgresión; en El Reverso…, la articulación significante se presenta como repetición. Es el término que se opone a transgresión, porque “no se transgrede nada”, toma Miller de Lacan, se trata de “la pura y simple repetición significante que vale como repetición de goce”[5].
Me ha interesado particularmente la manera cómo el concepto de repetición aparece en este paradigma y el lugar que ocupa a lo largo de su desarrollo.
Una de las consecuencias de estos desplazamientos del goce, dice Miller, es que produce cambios en la concepción del final de análisis. Teniendo en cuenta que “el final del análisis concierne siempre a la relación del sujeto al goce y a la modificación que puede haber en ella”[6], Miller expone que no es lo mismo pensar el final del análisis desde el fantasma a pensarlo desde la repetición. Define “la repetición como la forma desplegada del fantasma y el fantasma como “la forma concentrada de la repetición”[7]
Pensado desde el atravesamiento del fantasma, el final del análisis “es una variante de la transgresión. Es la trasgresión emparejada al análisis, como fin de análisis, con la invitación de ir más allá, en la dirección del vacío, de la destitución subjetiva, de la caída del Sujeto Supuesto Saber y de la asunción del ser de goce”[8] y “el efecto esperado tiene la forma y la estructura de un efecto de verdad”. Mientras que desde la perspectiva de la relación con el goce entendida como repetición podemos hacer surgir el síntoma que, pensado desde la última enseñanza de Lacan, se puede leer como una manera de “escabullirse” y Miller recuerda que para Lacan “escabullirse”[9] es algo muy diferente de transgredir. Miller resalta la proposición lacaniana de El Reverso…, según la cual se trata de “saber hacer con el síntoma” e introduce una pregunta muy interesante a la hora de pensar el fin de análisis desde la perspectiva de la repetición, “¿Se trata de una detención de la repetición o se trata de un nuevo uso de la repetición?”[10]
Este quinto paradigma sostiene una relación entre significante y goce muy estrecha además de una relación primitiva y deja la impresión de que no puede pensarse uno sin el otro. El terreno para el sexto paradigma, no se adivina desde este punto de vista.
[1] Jacques-Alain Miller, “Los seis paradigmas del goce” en Freudiana 29. Ediciones Paidós [2] Íbid. P. 35 [3] Íbid. P. 37 [4] Ibid. P.37 [5] Jacques-Alain Miller, op. Cit. p.36 [6] Ibíd.p.39 [7] Ibíd. P. 40 [8] Ibid. P. 40 [9] Jacques Lacan, El Reverso del Psicoanálisis, Paidós, p. 18 [10] Op. Cit. p. 40
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