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La pareja metáfora - metonimia

Tomas Verger. Participante de la EOL Sección Rosario



Crucifixión - Pablo Picasso (1930)



El segundo paradigma propuesto por Jacques-Alain Miller es el paradigma de la significantización del goce. Este da cuenta de la estructuración de las pulsiones en términos de lenguaje. Esto implica articulación, por ende, incluye a las dos grandes vertientes de la articulación del lenguaje: la metáfora y la metonimia. Esto es planteado así por Lacan en la clase del Seminario IV titulada “Me dará una mujer sin descendencia”. Si bien aquí nos encontramos en junio del año 1956, rastreemos algunas referencias anteriores en una suerte de genealogía de estas dos vertientes.

Para comenzar, cabe decir que la pareja metáfora/metonimia, es introducida de esta manera por Lacan, por primera vez, hacia finales de su Seminario III. Hasta este momento, la metáfora había sido presentada de un modo más bien genérico. Lacan no había explicitado las leyes del lenguaje aún; se trataba de las leyes de la palabra. Esta última implicaba una presencia hecha de ausencia.

Lacan recurrirá al texto de Roman Jakobson “Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos”[1] para explorar estas dos vertientes en su Seminario III. Planteará una oposición entre metáfora y metonimia, vinculará la primera con lo que Freud denominaba condensación y la segunda, con lo que Freud denominaba desplazamiento. Esto en cuanto a los mecanismos del inconsciente. Ahora bien, dirá que “la metonimia es inicial y hace posible a la metáfora”[2], y a su vez, agregará que la metonimia es esa sub-estructura siempre oculta y que es condición de toda investigación posible de los trastornos funcionales del lenguaje en la neurosis y en la psicosis.[3] Destaquemos que en este Seminario, Lacan se referirá a la “transferencia de significado”[4] debido a la estructura del significante, es decir que la relación entre significante y significado es dialéctica[5], para decirlo en otros términos. Una significación siempre remite a otra significación. Este es el esquema que se pesquisa en este momento en Lacan, esquema metonímico que ya nos coloca frente a la razón del carácter inicial de la metonimia.

Ya en la segunda clase del Sem. III dedicada a la pareja en cuestión dirá lo que formalizará más precisamente es La instancia de la letra…: “La articulación formal del significante es dominante respecto a la transferencia del significado”. [6]

En el escrito del año 1957 encontramos su célebre cita comentada ya por Jacques-Alain Miller en Donc, en torno a la metonimia. “Es la conexión del significante con el significante la que permite la elisión por la cual el significante instala la falta de ser en la relación de objeto, utilizando el valor de remisión de la significación para investirla con el deseo que apunta hacia esa falta a la que sostiene.”[7] Elisión significa, no solamente supresión, sino que a su vez, significa malograr, desvanecer una cosa, definición que interesa particularmente si de este paradigma se trata. El efecto de negativización propio del lenguaje da cuenta de un objeto al que no se hace referencia sino en su condición de perdido. Hay una remisión incesante de significaciones, estructura sobre la que se desliza el deseo. Por esta razón el deseo no es la proyección de la libido del yo sobre ciertos objetos sino que es el efecto de la estructura misma de remisión propia del orden simbólico. Esto concluirá en el deseo conceptualizado como la metonimia de la falta en ser.

Si la metonimia es utilizada para la conceptualización del deseo, el síntoma será ilustrado vía la metáfora, en un movimiento fundamental de este paradigma. El propio ejercicio de todo significante transforma la forma en la que se manifiesta la necesidad, y se tratará de la creación de un sentido distinto de aquel de la necesidad, es decir que hay producción de un sentido nuevo. El síntoma así presentado por Lacan da cuenta del mecanismo de represión freudiano.

Ahora bien, la pregunta que podemos hacernos es qué relación hay entre estas dos vertientes si es que efectivamente la hay. Lacan transforma el algoritmo de Saussure y propone que la metáfora da cuenta de un advenimiento de significado, mientras que la metonimia es más bien una supresión, producto de la elisión del significado. La estructuración de ambas tiene lugar en el Seminario IV. El caballo es el significante metafórico del Nombre del Padre, en la lectura lacaniana del caso Juanito, en su versión de Ersatz, y el fetiche se erige como metonimia del falo materno. De una clínica centrada en el deseo de reconocimiento, se ha pasado a una clínica centrada en el falo. El primer objeto es el falo, que se caracterizó en sus inicios por ser metonímico y que revela una falla en la operación paterna. Esta última, es una operación primordialmente metafórica que será presentada como la operación que dé lugar a la mortificación del goce significable para ser elevado a la dignidad de significante. Presentémoslo como Lacan lo hará en su Seminario V: el Deseo de la Madre, significante del Otro primordial, viene a ser barrado por el significante Nombre del Padre dando lugar a la emergencia de significación fálica.

La posibilidad de borramiento es una propiedad radical del significante. Ahora bien, ¿a dónde fue a parar la libido evidenciada en el registro imaginario en el paradigma anterior? En términos freudianos podríamos preguntarnos de igual manera, ¿hay mociones pulsionales que no son reabsorbidas en los procesos de trasposición?

El límite se sitúa en La significación del falo, escrito en el cual Lacan intentará hacer entrar bajo la égida del falo, aquí ya como significante privilegiado, “la libido o el deseo”[8] nos recuerda Jacques-Alain Miller. Es aquí que podemos declinar, anticipándonos, una afinidad entre la metonimia y lo libidinal (o el goce). Es decir, el deslizamiento metonímico hace objeción a la operación metafórica poniendo de relieve, eso, que es inatrapable por el significante en su intento de negativización.

Concluyamos entonces con esta pregunta: si “hay todavía otra satisfacción, que se relaciona esta vez con el deseo en tanto que circula como el significado bajo el significante. Es la satisfacción pura de la metonimia. De ahí la noción de deshacer las identificaciones que obstaculizan el libre curso del deseo y, especialmente, la identificación fálica”[9]. ¿Es la metonimia leída en estos términos, lo que hace objeción a la misma operación metafórica anticipando una satisfacción que no es meramente de orden fálico?

Referencias bibliográficas:

1. Jakobson, R., Dos aspectos del lenguaje…, Ayuso, Madrid, 1973

2. Lacan, J., Las Psicosis, El Seminario Libro III, Paidós, Bs. As., 2009, p. 327

3. Lacan, J., Las Psicosis, El Seminario Libro III, Paidós, Bs. As., 2009, p. 331

4. Lacan, J., Las Psicosis, El Seminario Libro III, Paidós, Bs. As., 2009, p. 325

5. Lacan, J., Las Psicosis, El Seminario Libro III, Paidós, Bs. As., 2009, p. 320

6. Lacan, J., Las Psicosis, El Seminario Libro III, Paidós, Bs. As., 2009, p. 329

7. Lacan, J., Instancia de la letra… en Escritos I, Ed. Siglo XXI, Bs. As., 2007, p. 495

8. Miller, J.-A., Donc, Paidós, Bs. As., 2011, p. 336

9. Miller, J.-A., Los seis paradigmas del goce en “El lenguaje aparato del goce”, Colec. Diva, Bs. As., 2000, p. 149

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