Patricia Tassara AE de la ELP (2017- 2020)
El goce en la cura analítica. ¿Qué le evoca el Paradigma IV El goce normal?
Evocar… ¿Qué recuerdos me trae o a qué asociaciones me conduce? Intentaré responder, no sin plantear una primera pregunta que se me impuso: ¿por qué J. A. Miller usa el término ‘normal’ para referirse a este cuarto paradigma?
Debo decir que encontré una diferencia entre la traducción de la revista Freudiana Nº 29 donde se publicaron los seis paradigmas en el año 2000 y el seminario “La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica” de J A Miller, editado en el 2003. En la revista, titularon a este paradigma: El goce normal, mientras que en el Seminario de Miller dice: El goce fragmentado. En su seminario Miller indica que lo llamará: El goce fragmentado, añadiendo: “pero pensé que puedo ir hasta el goce normal” (1).
Este paradigma da cuenta de un cambio entre Simbólico y Real. El inconsciente dejará de ser considerado únicamente en su vertiente simbólica, es decir, estructurado como un lenguaje, y pasará a ser pulsional “un borde que se abre y se cierra”, mostrando así una discontinuidad (2). Esta apertura-cierre, deja claro que el inconsciente puede cerrarse. Es una cuestión fundamental, especialmente para el psicoanalista lacaniano, algo a lo que debe estar atento, haya o no haya hecho el pase. Pues de lo que se trata es de mantener el agujero abierto ya que el “no quiero saber nada de eso” siempre aparece y hay que saber hacer con ello para avanzar cada vez desde la posición analizante (3).
Miller toma el significante ‘fragmentado’ que nos remite inmediatamente al cuerpo fragmentado que menciona en un texto de sus inicios (4). Pero lo fundamental, es que Lacan hace el pasaje por el cuerpo para poder redefinir el inconsciente en este momento de su desarrollo. Al goce, se accede por la pulsión, por ese trayecto pulsional de ida y vuelta, que comienza por el cuerpo fragmentado, sigue con las pulsiones parciales y zonas erógenas. No hay inconsciente sin cuerpo. A lo largo del análisis, se puede verificar ese goce fragmentado, del mismo modo que la pregnancia de ciertos objetos bajo sus semblantes, que el trabajo analítico va vaciando de semblantización. Por otra parte, en un trabajo analítico, el analizante podrá cernir su objeto prínceps – en mi caso la mirada- pero eso no es suficiente, pues hizo falta un tiempo para consentir extraerlo (5).
Este paradigma habla de una alianza, una nueva articulación entre significante y goce y ya no de una división entre ellos. En efecto, Lacan dejará de hablar de sujeto dividido para hablar del parlêtre al final de su obra. En este momento, coloca el acento en el vacío que conlleva el sujeto dividido, él es vacío. Es en ese vacío donde se alojará el objeto a en tanto hueco mismo: “es la presencia de un hueco, de un vacío” (6). Al lugar de la falta de significante, registro simbólico, Lacan introducirá el objeto a y esto lo podrá hacer a través del cuerpo vivo. La mortificación significante que caía sobre el goce en los primeros seminarios cambiará. En este paradigma Miller deja claro un funcionamiento: ese menos de vida que produce el significante, será colmado por los objetos pulsionales.
Miller señala que hay un trayecto “normal” de la pulsión. ¿A qué se refiere con el término ‘normal’ aquí? ¿Acaso hay trayectos pulsionales anormales? Nos indica que se trata de un trayecto normal sin transgresión - pues a diferencia del Seminario 11 - ése era el modo de acceso al goce en el Seminario 7.
Es importante destacar que el acto analítico no pretende normalizar el goce del analizante. Por el contrario, el acto analítico es una operación de desarticulación del gocesentido de las cadenas significantes, a fin de aislar los S1 y apuntar a producir un nuevo anudamiento con el sinthome.
No hay un goce normalizado, para todos, pues no hay una norma que indique un goce normal universal. Esto no excluye el empuje social, que de la mano del discurso del amo pretende que lo haya. Es el estado actual del pensamiento. Lacan lo dice así: “Es triste decirlo, pero para que algo tenga sentido el estado actual del pensamiento, debe plantearse como normal. Justamente por eso André Gide quería que la homosexualidad fuese normal. Y, como quizás les hayan llegado ecos, hay una multitud que va en este sentido. En un santiamén eso caerá dentro de la campana de lo normal, a tal punto que tendremos nuevos clientes en psicoanálisis que vendrán a decirnos: Vengo a verlo porque no mariconeo normalmente” (7).
El psicoanálisis lacaniano apunta a la diferencia absoluta, el goce es singular en cada parlêtre. En el Atolondradicho, Lacan dirá que la normalidad neurótica es normemale, es decir, norma macho (8). Identificarse a la cólera del padre ante la falta del Otro, o mirar como un hombre, eran las modalidades sintomáticas de la histeria haciendo el hombrecito. Estamos casi todo el tiempo en la parte macho del cuadro de las fórmulas de la sexuación, pues todos los sujetos están sujetos al goce fálico. También es cierto que en algunas psicosis podemos encontrar sujetos enteramente normales, adaptados. Pero el psicoanálisis apunta al ‘no todo’ como una posibilidad diferente al ‘para todo’ de la norma macho. Esa alternativa, es posible con la brújula de la orientación por lo real, la contingencia, lo femenino.
Ahora bien, creo que es importante señalar que siempre hay una parte del goce que no es negativizable, es decir, que escapa a la castración. Otra manera de decirlo, es que siempre hay restos de goce ineliminables. No todas las identificaciones son susceptibles de caer en un análisis, basta con algunos S1: “los significantes-amo del sujeto se desatan de los múltiples lazos que habían tejido y cobran desde ese momento una dimensión real. Su retorno en las cadenas identificatorias deviene imposible: S1 se encuentra aislado, separado de S2. Pero siempre quedarán significantes que no estarán lo bastante solos. No esperamos que todos los significantes–amo de un sujeto se produzcan de este modo, basta con que algunos lo sean de manera suficiente” (9).
Una parte del goce pasa por la castración, en el fantasma. Allí hay un Otro que prohíbe, o como en mi caso, que manda a sacrificar, o mira con mirada maldita. Pero al atravesar el fantasma, el Otro ya no existe, no hay un Otro por el que sacrificarse, Otro que sacrifique a la mujer por la madre (10).
Esa parte de goce ineliminable, es un goce real del que nada puede decirse. Es el goce que al final de un análisis se puede atrapar. Ya no se trata del síntoma sino del sinthome como nuevo anudamiento con esa parte de goce que hay. Esa será la manera de vivir la pulsión.
Por un lado, seguirá estando el goce norm-male, pero por otro, habiéndose el parlêtre zambullido en el agujero de la imposibilidad, consentido a la inexistencia de una última palabra, de un Otro que diga “sí, ha llegado Ud. al final”, en definitiva, haber consentido finalmente al encuentro contingente con lo real que no deja de acudir a su cita, solo quedará un saber hacer cada vez, con el sinthome. De esa forma, no siempre el parlêtre se ubicará en lo normemale sino que a veces, podrá ubicarse en posición femenina, aunque no pueda decirlo, pero ello no será sin efectos!
Patricia Tassara Zárate
Notas.
1- Miller J. A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, editorial Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 234.
2- Ibídem, p. 237
3- Lacan J., Seminario 20 Aún, editorial Paidós, Buenos Aires, 1995, p.9.
4- Lacan J., El estadio del espejo como formador de la función del yo, editorial Siglo XXI Argentina, 1996, p.90.
5- Tassara P.A., “De la mirada mal-dicha al bien-decir vibrante”, revista Lacaniana de psicoanálisis, Año XIII, Nº 25, Noviembre 2018, p. 102
6- Miller J. A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, editorial Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 234
7- Lacan J., Seminario 19 …o peor, editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p.69.
8- Lacan J., Otros Escritos, “El Atolondradicho”, editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p.504.
9- Laurent E., “El pase y los restos de la identificación”, Letras lacanianas, nº 6, Revista de la Psicoanálisis de la Comunidad de Madrid-ELP, 2013.
10- Tassara P.A., “De la mirada mal-dicha al bien-decir vibrante”, revista Lacaniana de psicoanálisis, Año XIII, Nº 25, Noviembre 2018, p. 104.
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