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ANFIBOLOGÍAS DE LO REAL

Actualizado: 10 dic 2020

Leonardo Gorostiza*


*(Buenos Aires, Argentina) AME, EOL, NLS, AMP




¿Qué es lo real? Esta pregunta, que en una primera aproximación podríamos considerar como el punto de partida indispensable para la indagación hacia nuestro próximo Congreso de la AMP, es, precisamente, la pregunta que no hay que formular. Efectivamente, hace ya mucho tiempo Jacques-Alain Miller advirtió sobre la dificultad de abordar la interrogación sobre lo real desde esta perspectiva. [1]

Él señala que «es la pregunta que no hay que formularse, porque la forma misma en que se presenta no conviene a la elaboración de lo real tal como se impone en la experiencia analítica…», porque «el procedimiento mismo de la definición…» es el que «…conviene a quien busca una verdad, mientras que lo real no se ajusta a ella.»[2]

Es decir, lo real no se ajusta a la verdad, ni a una pregunta que apunte a definir lo verdadero sobre lo real. Por el contrario, es por la vía de las «respuestas de lo real» [3] que conviene avanzar en nuestra investigación.

En cierto modo, ese ha sido el recorrido mismo de Lacan quien a lo largo de toda su enseñanza ha dado diversas caracterizaciones de lo real subrayando la inestabilidad misma de los conceptos con los cuales intentó localizar –en su aspiración de cientificidad- el real propio de la experiencia analítica.

Recientemente, Jacques-Alain Miller destacó estas diferentes caracterizaciones con una fórmula luminosa: «las anfibologías de lo real». [4]

Así, en el mes de febrero de 2011, señala que para fijar las ideas en torno al término real, «… debemos inscribir un capítulo que se intitularía las anfibologías de lo real», porque «…lo real no quiere decir siempre la misma cosa, tanto en nuestro uso como en aquel de Lacan. Hay allí un equívoco que es necesario cernir.»[5]

Durante su enseñanza, Lacan propuso varias respuestas a la cuestión de lo real. Si estableciéramos una lista de dichas respuestas, aún a riesgo de cierta simplificación, podríamos situar las siguientes.

Primera respuesta: lo real es ubicado por fuera de la experiencia analítica. Se trata de un real previo y exterior a los efectos del significante, es decir, exterior al significado y a sus relaciones. Sin embargo, ese real previo y exterior no se confundía entonces para Lacan con el real psicoanalítico, el cual, al comienzo de su enseñanza, no era otra cosa que el significado mismo. [6] Así, desde esa perspectiva, se puede afirmar que «…la enseñanza de Lacan parte, precisamente, de que lo real es el sentido.»[7]

Segunda respuesta: Lacan desplaza lo real del significado o del sentido, para situarlo en relación al significante. Es – como señala J.-A. Miller- cuando «se celebran las bodas del psicoanálisis y la ciencia; es como si el inconsciente evidenciara que hay un saber en lo real, que lo real se presenta en forma de saber.»[8] Se trata, en ese momento, de un real que, en tanto identificado a un saber, es un real regido por una ley.

La tercera respuesta, ya esbozada en el Seminario 7, alcanza una formulación más precisa en el Seminario 11: lo real es vinculado a lo inasimilable del trauma, a la función de la tyche en tanto encuentro esencialmente fallido con lo real. [9] A partir de allí, lo real es separado del significante y de sus leyes. Lacan abre entonces una nueva perspectiva que lo llevará – a través de numerosas modulaciones- a enunciar, al final de su enseñanza, que «lo real es sin ley». [10]

Esta formulación, que caracteriza lo real como algo distinto al significante y al saber, es decir, al semblante, será acompañada por Lacan con una interrogación constante sobre la práctica psicoanalítica. Porque, ¿qué sería una práctica, como la del psicoanálisis, que no opera sino por los medios de la palabra, cuando lo real es concebido como lo que escapa a la palabra misma, como aquello que es rebelde a sus poderes y que, fundamentalmente, excluye el sentido?

Aquí se ubica la indicación de Jacques-Alain Miller cuando, en la Conferencia de Presentación del tema para nuestro próximo Congreso, señala:

«Hay que recordar que en el final de su enseñanza, Lacan no dudaba en preguntarse si el psicoanálisis-cuando ya no tenía la ambición de volverlo científico- no sería una suerte de magia. Lo dice una vez, pero es un eco a considerar.»

Eco extremo, pero que no puede ser desatendido ya que Lacan mismo llegó a interrogar sobre los riesgos de que el psicoanálisis –desde esta perspectiva- pudiera deslizarse hacia una estafa. Así lo formula:

«Contrariamente a lo que se dice, no hay verdad sobre lo real, puesto que lo real se perfila como excluyendo el sentido. Sería todavía demasiado decir que hay lo real, porque decirlo, es suponer un sentido. La palabra real tiene ella misma un sentido, e incluso yo he jugado en su momento al respecto evocando el eco de la palabra reus, que en latín quiere decir culpable –uno es más o menos culpable de lo real. Es por eso que el psicoanálisis es una cosa seria, y que no es absurdo decir que puede deslizarse en la estafa.»[11]

¿Cómo entender este riesgo del cual Lacan nos advierte? En unos párrafos previos, él mismo sitúa las coordenadas. Si el psicoanálisis es una estafa, lo es en la medida en que cae en el punto exacto respecto a lo que es el significante, es decir, algo muy especial que tiene efectos de sentido. Y en esto, no es más estafa que la poesía misma que se funda en el doble sentido. [12]

Resulta claro entonces, que la estafa sería –si puedo decirlo así- la de hacer pasar gato por liebre, en otros términos, hacer pasar el significante y sus efectos de sentido por lo real. No estamos lejos de las consideraciones sobre la magia. No sólo porque en ella la liebre – o el conejo- que se saca de la galera ya fue puesta allí con anterioridad y así -ya sea oculta ya sea develada-, mantiene su condición de liebre, sino porque la magia supone «el significante respondiendo como tal al significante».[13]

Es decir, que la intervención del mago o del chamán es de un orden homogéneo al orden de lo que responderá a dicha intervención: un orden muy especial que tiene efectos de sentido, el orden significante.

He aquí el meollo del problema, ¿cómo hacer para que aquello que es heterogéneo al significante, que es un resto por estructura desordenado, es decir lo real, responda a la acción del significante?

Se entiende entonces la obsesión de Lacan por encontrar lo que llamó un significante nuevo, un significante que, como lo real, no tuviera ninguna especie de sentido. [14]

Así, en una suerte de radicalización de lo que en 1965 –aún bajo los anhelos de un lazo con la ciencia- definiera como la incidencia del significante en tanto causa material, es decir, cuando l significante actúa separado de su significación, Lacan avanzará decididamente hacia la consideración de los efectos del significante en su unicidad.

Vemos aquí toda la importancia que reviste la modificación del título de nuestro próximo Congreso que pone el acento en «un real» y ya no en «lo real».

Alejado de la idea de que para el psicoanálisis pudiera haber un «todo» de lo real, el nuevo título, «Un real para el siglo XXI», introduce además una relación entre lo real y el tiempo. Es decir, no sólo objeta la concepción de un todo de lo real sino también –al introducir la referencia a este siglo-, pone en cuestión la ilusión de una supuesta inmutabilidad o eternidad de lo real.

Esto, de alguna manera es lo que se deduce de una de las respuestas que escanden las anfibologías de lo real. Me refiero a las siguientes consideraciones de Lacan en 1974, más precisamente, en «La Tercera», donde enfáticamente afirma:

«Lo real, por lo tanto, no es universal, lo cual significa que solo es todo en el sentido estricto de que cada uno de sus elementos sea idéntico a sí mismo, pero sin que puedan ser dichos pantes, todos. No hay todos los elementos, solo hay conjuntos a determinar en cada caso –y no vale la pena agregar es todo. Mi S1 solo tiene el sentido de puntuar ese no importa qué, ese significante –letra que yo escribo S1- que no se escribe sino al hacerlo sin ningún efecto de sentido.»[15]

De lo anterior se desprende que se trata siempre, para el psicoanálisis en la vía abierta por Lacan, de un real, singular y a considerar cada vez, situado en relación a una temporalidad que implica un antes y un después, pero que se ubica por fuera de toda idea de regularidad (el eterno retorno de lo mismo según una ley) y, por lo tanto, de toda idea de eternidad. Cuando un real –a través de una contingencia- cesa de no escribirse, no podrá hacerlo sino «a la fuerza y por la fuerza» y eso «es lo que se llama la contra-naturaleza.»[16]

Ahora bien, ¿qué podemos deducir? ¿Por qué Lacan dijo que cada uno es más o menos culpable de lo real? ¿Por qué, en un momento de su enseñanza en el que ya ha avanzado en su más allá del Edipo, recurre al término «culpa» y precisamente lo vincula a lo real?

A esta pregunta, que entiendo resuena sobre el trasfondo de las palabras con las que Jacques-Alain Miller concluye su «Presentación del tema…», cuando menciona lo que llama «esa zona irremediable de la existencia», la misma zona que Edipo en Colona a la que nos lleva la búsqueda de lo real desprovisto de sentido, ante esta pregunta, ensayo una respuesta.

Cada uno de nosotros es siempre «más o menos culpable de lo real» porque a ese real no podemos sino siempre «mal-decirlo».

Parafraseando uno de los últimos relatos de Samuel Beckett [17], podemos decir que lo real, siempre del orden del acontecimiento, será cada vez, no solo «mal visto» sino también, «mal dicho». «Mal visto», porque aquello que súbitamente llega, en tanto imprevisto, se sitúa por fuera de las leyes de la visión. «Mal dicho», porque los dichos del discurso establecido tampoco podrán nombrarlo. Y aún los nuevos dichos, inventados cada vez, si bien quizás puedan decirlo mejor, no por ello dejarán de fracasar –aún «fracasando mejor»- en su intento de nombrar el innombrable real.

Por eso, en esa zona de búsqueda de lo real despojado de sentido, solo queda la chance de responder, intentando cada vez, «mal decir bien». Tal vez de ese modo, uno pueda ser «menos culpable de lo real». Mientras que si se «mal dice mal» –es decir, alimentando el sentido- se será «más culpable de lo real».

En una oportunidad, Jacques- Alain Miller caracterizó a los psicoanalistas como unos desdichados que están siempre en lucha con un real cuya potencia los desborda y los arrastra.[18] Lo cual supone una lección de humildad ante ese real que no depende para nada de los psicoanalistas pero al cual debemos hacerle frente.[19]

Interrogar cómo hacer frente a ese real que en su multiplicidad hoy ya se anuncia, será sin duda parte de nuestro trabajo hacia el próximo Congreso.

Varios ejes y cuestiones que orientarán nuestra indagación, ya han sido ubicadas con precisión por Guy Briole, Director del IXº Congreso, en el texto también disponible en este sitio. Una de ellas, la cuestión de la concepción del inconsciente real respecto y del inconsciente transferencial, ya ha comenzado a suscitar un interesante debate en una de las Escuelas de la AMP.

Me refiero al X Congreso de miembros de la Escola Brasileira de Psicanálise donde, bajo el título «Investigaciones sobre lo real», tuvo lugar una animada conversación el pasado 27 de abril. El debate puede resumirse así: ¿es acaso posible intentar alcanzar, localizar, el troumatisme original de lalangue, con el efecto de goce que éste supone, sin pasar por la instalación del inconsciente transferencial, es decir, aquello que al mismo tiempo es una defensa contra lo real sin ley y el fuera de sentido? Dicho de otro modo: ¿la promoción del inconsciente real acaso invalida la dimensión operativa del inconsciente transferencial?

El debate, el trabajo hacia el IX Congreso de la AMP en París, ya está en marcha. Intentaremos, durante todo el tiempo que tenemos aún por delante, y luego en el Congreso, «mal decir bien» lo real. Así, tal vez podremos ser consecuentes con aquello que ha sido la apuesta permanente de Lacan: explorar incesantemente la juntura imposible entre lo verdadero y lo real.

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https://elp.org.es/un-real-para-siglo-xxi/

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