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Una pregunta a... Ariel Torres*

*Participante EOL Sección Rosario


¿Qué incidencia ha tenido en la clínica el paradigma II, La significantización del goce?


Jacques-Alain Miller hace un ejercicio fabuloso con sus “Paradigmas del goce”. Nos permite ver en una serie de fotogramas, al modo de una película en movimiento, las diferentes maneras que Lacan encontró de ligar el significante y el goce a lo largo de toda su enseñanza. Es un ejercicio que nosotros también podríamos aplicar a cualquier otro concepto del psicoanálisis, por ejemplo: paradigmas del Nombre del padre, paradigmas de lo real.


El paradigma 2, que fui invitado a trabajar, es sobre “la significantización del goce y pertenece a la primera parte de la enseñanza de Lacan, más específicamente, a la altura de los Seminarios V y VI. Allí lo que prevalece con claridad es el deseo, pero referido solo al significante, a lo simbólico.

Este paradigma, que es anterior a la primera intuición del goce como real por parte de Lacan (a la altura del Seminario X, La angustia), presenta un problema irreductible y es que, si se pasa todo el goce a lo simbólico, la consecuencia es que el goce desaparece, porque el significante se define por mortificar el goce.

Por eso el próximo paradigma se llama “del goce imposible”, porque el goce se torna imposible.


Tanto Miller como Laurent comentaron el caso del escritor Michel Leiris, quien cuenta una anécdota de su infancia que muestra lo que es una marca de goce. Estaba jugando cuando era niño con sus soldaditos, de pronto un soldadito se cayó y no se rompió, y entonces él dijo “¡lizmente!”. Como todavía no estaba apresado por lenguaje, fue una especie de jaculatoria de goce, una especie de felicidad. Ahí la madre le dijo “se dice felizmente”. Al hacerlo, rechaza eso como goce y lo introduce en la ley del significante, pero marcó (trauma) para siempre en ese escritor una cierta tristeza.


Lacan también da el ejemplo del pez que se traga el anzuelo, que es el discurso de los padres y que para cuando se dio cuenta ya está muerto.

Lo que me enseñó este paradigma con respecto a mi clínica, la clínica con niños, por ejemplo, fue a no enojarme con los padres, dado que los que allí están no es un padre y una madre, sino un hombre y una mujer y el malentendido es estructural para cualquier ser hablante.


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