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Una pregunta a... Silvana Facciuto (PII)

Actualizado: 12 sept 2020

¿Qué incidencia le parece que ha tenido en la clínica el paradigma II “La significantización del goce”?


Para poder empezar a pensar la incidencia, o al menos una incidencia posible, del segundo paradigma, la significantización del goce, me gustaría situar algunas coordenadas del mismo, en un intento de darle un marco a este breve escrito.

J-A Miller ubica en este paradigma que, progresiva pero también rápidamente, lo simbólico domina lo imaginario y que los conceptos que antes se incluían en lo imaginario, son ahora recuperados por la articulación simbólica: la transferencia, las pulsiones, el fantasma, el falo… todo es captado y reinterpretado por la maquinaria simbólica.

Rescato de lo que escribe en La experiencia de lo Real, la idea de que lo simbólico ronca. Si ronca, ¡es porque también nos duerme! Por ejemplo, si el análisis ahora se centra en el fantasma, la amenaza de lo eterno está en el horizonte. ¿Y el tiempo?

Todo parece ser capaz de metáfora y metonimia, de combinaciones, por lo que el sujeto simbólico se encuentra a sus anchas. Pensaba por ejemplo en el extenso trabajo de desciframiento, y remarco la idea de la posibilidad del desciframiento del inconsciente y de los síntomas, que realiza Lacan sobre el caso del hombre de los sesos frescos del Seminario 6. Las asociaciones, ¿dónde se detienen? La satisfacción es la satisfacción del deseo, deseo siempre en términos simbólicos.

En estos Seminarios y en los Escritos contemporáneos se lee el recorrido de Lacan que culmina en la frase: No hay Otro del Otro, que pone en jaque este paradigma y da el paso necesario al tercero. No todo puede ser leído en términos simbólicos, algo se escapa.

Pero en el paradigma 2, se trata de un goce que es mortificado por el significante. El sujeto es el sujeto tachado, y solo encontramos un resto de lo vivo en el objeto a y sus relaciones con lo imaginario.

Ahora bien, si fuera posible recortar este momento en la enseñanza de Lacan, extrapolarlo a la actualidad y pensar cómo incide en la clínica, me atrevería a ubicarlo en un riesgo de la posición del analista. ¿Qué sucede por ejemplo, cuando las intervenciones del analista se orientan sólo por el significante que mortifica, sin tener en cuenta el objeto? Me refiero a la promoción de la proliferación de sentidos sin la perspectiva de una reducción. Porque está claro que en un momento es necesario que el sujeto despliegue los significantes que ordenan su vida, ¿pero hasta cuándo? Si lo dejamos en manos del sujeto… ronca. Se goza de la palabra y, en este paradigma, del reconocimiento del analista como Otro. Es el analista el que debe ubicarse justamente en el lugar del objeto a, con todo lo que eso implica.

Y en la misma línea, pensaba las intervenciones del analista (o en el analista en otros espacios) que aplastan el goce de la vida del sujeto, que lo mortifican bajo el significante, el ideal, el saber. ¡Qué riesgoso quedarnos atrapados en ese lugar!

Si los analistas dentro de la Escuela mortifican con su saber aplastante, dejando lo vivo excluido, entonces no hay transferencia de trabajo posible, y sin ella, no hay transmisión del psicoanálisis.

Referencias bibliográficas

Lacan, J., Seminario 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, [2013], 2014

Miller, J-A., El banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2011

Miller, J-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003

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