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Algunas escansiones hacia una clínica continuista

Actualizado: 12 sept 2020

Tomas Verger*

El cumpleaños - Marc Chagall (1915)


¿Cómo pasar de lo binario a lo ternario?

Hacia finales de la década del 50, Lacan consolidará en su escrito “De una cuestión preliminar…”[1], una distinción sumamente operativa correlativa de una clínica diferencial. La inscripción del significante Nombre-del-Padre o la forclusión de este, establecerá una división evidente que, lejos de corresponderse con una cuestión deficitaria -posición ya desechada por Lacan en la década del 40[2]-, dará cuenta más bien de una particularidad en la operatoria subjetiva. La inscripción de este significante primordial y ordenador, tendrá como función, la traducción del monto libidinal, en otros términos, la significantización del goce. En oposición a esto, se pesquisa que si se trata de la forclusión de este significante, la consecuencia se evidencia en la experiencia subjetiva que Schreber nos enseña en torno a la inervación divina.

Lacan no se quedará con esta conceptualización y volverá una y otra vez sobre Schreber. Luego de esta primera escansión, es factible remitirse a la década del 60, momento en el cual Lacan elabora su noción de objeto pequeño a. Refirámonos a dos textos precisos: en su “Breve discurso a los psiquiatras…”[3], Lacan introducirá una distinción que hace serie con la que acabamos de precisar de los años 50. O bien, el Otro posibilita un barramiento del goce y la consecuencia es la extracción del objeto, el cual pasa al campo del Otro; o bien, si el objeto está en el bolsillo[4], estamos ante la voluptuosidad de un goce que no pasa por los desfiladeros del significante, que no se encuentra amarrado a la red de los significantes. Lacan lo precisará con claridad situando que el psicótico se encuentra en posición de objeto y ya comenzará a ubicar el goce en el lugar del Otro, del Otro que goza del ser pasivizado de Schreber. Ya en el año 1966, en su “Presentación de las Memorias…”[5], Lacan propondrá una polaridad entre el sujeto, definido clásicamente, es decir el que representa un significante para otro, y una formulación que empleó solo una vez, la del sujeto del goce. Esta polaridad ya da cuenta de una reconsideración de la noción de goce en la enseñanza ya que este goce situado en el Otro evidencia un goce real, refiriéndose al goce experimentado por Schreber.

De los años 50 a esta parte, se pesquisa una reformulación de Lacan en torno al goce del que testimonia Schreber. A la altura de los años 50 se trataba de un goce imaginario; no es el caso de lo que intenta ubicar a mediados de los años 60. A su vez, en la década del 50, Lacan situaba a la psicosis -precisamente las manifestaciones de las psicosis- en términos de cadena rota, tales como las alucinaciones o las frases interrumpidas respondiendo a una lógica en donde primaba la noción de significante. Ya en los años 60, presentará a la psicosis con la referencia al punto en el cual el niño queda entrampado en el fantasma de su madre, es decir confrontado a una de las figuras bajo las cuales había introducido la noción de das Ding algunos años antes. En definitiva, esta reformulación de la noción de goce daba cuenta ya de un goce desamarrado de los significantes.

Ahora bien, ya en la década del 70 Lacan acentuará la perspectiva en la que viene trabajando. El acento, lógicamente, estará colocado sobre la noción de goce. San Juan de la Cruz y Schreber convergen en un punto: testimonian de un goce Otro que se experimenta pero que no tiene representación. Las formulaciones del 66 y las del 73 presentan una semejanza interesante. En relación a Schreber dirá que “…este ofrece el soporte para que Dios o el Otro goce de su ser pasivizado…”[6] y siete años después, “¿Y por qué no interpretar una faz del Otro, la faz de Dios, como lo que tiene de soporte al goce femenino?”[7].

Si bien luego propondrá las fórmulas de la sexuación, antes de la escritura de las mismas, en su clase dedicada a la otra satisfacción, insistirá una y otra vez con que se trata de un solo goce: “Supongan que hay otro, pero justamente no hay”[8]. El punto que abre hacia una salida se situará en su clase VIII. Esta clase comenzará con su célebre triángulo en el que figurarán los tres registros y los tres términos que, lo dirá sin vacilar, los aporta “desde un ángulo depreciativo”[9]. Se trata de a, S(A) y Φ. Estos tres términos, si son aportados por Lacan desde el ángulo mencionado, es porque efectivamente fracasan en “no poder sostenerse en el abordaje a lo real”[10].

Ahora bien, estamos confrontados a tres términos que dan cuenta de un aparato que intenta el tratamiento del goce. A su vez, estos tres, no solo fracasan, sino que se oponen a un goce que se presenta como disyunto.

Analicemos cada uno de estos términos. El S(A), incluye al Otro, pero sabemos que este, como tal, no solo es incompleto sino que además es inconsistente. De la incompletud, pasamos a la inconsistencia y puede añadirse un tercer tiempo, un tercer tiempo en el que subyace un significante que ya no tiene la propiedad de la relatividad sino que es un significante fuera del Otro. Un Uno sin el Otro.

El término Φ presenta a su vez diferentes instancias: si bien ya en el Seminario V comenzaba un movimiento que concluiría en la pluralización de los Nombres-del Padre erigiéndose el falo como un significante privilegiado en el Otro, en la década del 60, pasará a ser el significante que dé cuerpo al goce. Aventurándonos, podemos establecer una serie tomando el S(A) y el falo. Este último, ostentando ser real, dará cuenta de la ausencia de medida común. Se trata también de un significante que ya no será relativo. Otro Uno sin el Otro.

Por último, el tercer término, la invención de Lacan, llamada por Miller “el falso real”[11]. De ser un nombre de lo real a comienzos de la década del 60, pasará a ser un semblante. Sin embargo, es solo a partir de que Lacan cuestione el abordaje de lo real vía este (y estos) términos, que podrá desembocar en el nudo. Si “lo real no puede inscribirse sino con un impasse de formalización”[12], el cuestionamiento de esta “metáfora de lo real”[13] no revelaría más que la existencia de que no hay relación entre el Uno y el ·Otro. “La metáfora solo indica la relación sexual”[14].

Estos tres términos desembocan en la indicación de la disyunción fundamental: no hay relación entre el Uno y el Otro, por lo que el Uno que funda el nudo, ¿es el índice de registros que intentan tratar el goce como tal, por ende no negativizable?

De la clínica diferencial de los años 50 y 60, nos encontramos ante seres hablantes que intentan hacer con este goce Uno. En otros términos, ante una clínica bajo el paradigma de la forclusión generalizada, ¿cómo establecer gradaciones en torno al tratamiento que el ser hablante mismo hace de la infracción que implica la pulsión?

Hay un solo goce como tal. De este, un fragmento estará por fuera del marco que el ser hablante podrá darse. Jacques-Alain Miller nos propone un esquema para pensar esto.

Goce (Goce ◊ a) [15]

Podemos conjeturar que este marco (que se encuentra señalado entre los paréntesis), implica una cara elaborada del goce como tal. Hay para quienes el fantasma funcionará como ventana-marco y hay otros que deberán darse el tratamiento del goce como tal vía una invención que aborde las consecuencias de portar al objeto en el bolsillo.

Referencias:

1. Lacan, J. en De una cuestión preliminar…, en Escritos II, Siglo XXI ed., 2008

2. Lacan, J. en Acerca de la causalidad psíquica, en Escritos I, Siglo XXI ed., 2005

3. Lacan, J. en Breve discurso a los psiquiatras, inédito

4. Lacan, J. en Breve discurso a los psiquiatras, inédito

5. Lacan, J. en Presentación de las Memorias…en Otros escritos, Paidós, 2012

6. Lacan, J. en Presentación de las Memorias…en Otros escritos, Paidós, 2012, p. 233

7. Lacan, J. El Seminario, Libro XX, Aun, Paidós, Bs. As., 2012, p. 93

8. Lacan, J. El Seminario, Libro XX, Aun, Paidós, Bs. As., 2012, p. 75

9. Lacan, J. El Seminario, Libro XX, Aun, Paidós, Bs. As., 2012, p. 114

10. Lacan, J. El Seminario, Libro XX, Aun, Paidós, Bs. As., 2012, p. 115

11. Miller, J.-A. en El lugar y el lazo, Paidós, Bs. As., 2013, p. 161

12. Lacan, J. El Seminario, Libro XX, Aun, Paidós, Bs. As., 2012, p. 112

13. Miller, J.-A. en El lugar y el lazo, Paidós, Bs. As., 2013, p. 162

14. Lacan, J. El Seminario, Libro XXIII, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2012, p. 119

15. Miller, J.-A. en Piezas sueltas, Paidós, Bs. As., 2013, p. 110

*Integrante del cartel "Los seis paradigmas"

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