Marcela Errecondo
El trauma, un encuentro con el goce sexual
Según Freud, el síntoma, la pulsión pregenital y la “sexualidad infantil” son la consecuencia y el efecto en el cuerpo de la prohibición del goce que el mito de Edipo atribuye a la instancia paterna.
También el mito de Tótem y tabú, ubica la incidencia de lo prohibido en los orígenes de la humanidad pero ahí se presenta un punto de imposibilidad: la imposibilidad que la función paterna pueda simbolizar todo, la totalidad del goce no puede ser traducido en lenguaje, en significantes. Va a quedar entonces en lo post-edípico un residuo de pérdida que se desprende de esa imposibilidad. Ese residuo es el que va a dar cuerpo al objeto pulsional de la sexualidad infantil.
En el ‘Hombre de las ratas’ el trauma eclosiona en el momento del encuentro con un goce sexual en su infancia y se actualiza a la edad adulta cuando escucha la tortura de las ratas. Son dos acontecimientos que tienen incidencia en el goce del cuerpo. Es un encuentro entre dos elementos absolutamente heterogéneos que no tienen nada en común y por eso es vivido como la intrusión de un goce extranjero, viniendo del exterior, además es disarmónico, por eso es trauma.
En el Seminario XVI, Lacan nos dice que en un primer tiempo lógico de la estructura el goce está en un ‘afuera del sistema’, es absoluto, es imposible acceder por lo simbólico. (1)
Ese es el sentido primero de la fórmula; la palabra es la muerte de la cosa. La cosa está del lado del viviente, el efecto simbólico sobre el goce es mortífero. Cuando lo simbólico se inscribe sobre el cuerpo se produce lo que Lacan llamó “el cuerpo como un desierto de goce”, el goce desaloja el cuerpo y se queda en las zonas erógenas.
Notemos entonces que el lazo del goce al cuerpo y a lo simbólico en el inicio está marcado por un rechazo radical (disyunción entre el goce y lo simbólico). Como está afuera de lo simbólico Lacan nos dice que Freud utiliza los mitos (sobre todo el del padre de la horda y el Edipo), para insertar este goce rechazado fuera del sistema, en una verdad mítica.
El problema es que estos mitos dramatizan la relación del sujeto al goce, atribuyendo ese ‘no acceso al goce’, no a una imposibilidad de estructura, sino a la prohibición hecha por el padre.
Por eso Lacan en estos seminarios va a evitar la utilización del mito y utiliza fórmulas lógicas y matemáticas para describir la imposibilidad del acceso al goce.
Pero nuestra vida cotidiana nos muestra y lo experimentamos, que gozamos de todas formas un poco, sino nuestra vida sería vana, dice Lacan. Entonces ese goce rechazado del sistema retorna de alguna manera (lo que está rechazado en lo simbólico retorna en lo real).
Hay un segundo tiempo en donde se opera sobre el cuerpo un retorno de una parte de este goce rechazado. El objeto ‘a’ es correlativo de un plus de goce, pero solo hay plus de goce si hay renuncia, pérdida de goce. Es necesario que advenga una perdida para que luego advenga un plus.
Goce absoluto y goce sexual
¿Cómo se hace este retorno del goce sobre el cuerpo? Lacan nos dice que se realiza vía el goce sexual. Distingue el goce absoluto y forcluído, del goce sexual, que es un recorte de una parte del goce absoluto y que se vuelca en el significante, lo que llamó objeto ‘a’, o ‘plus de gozar’.
Esta parte el goce se deja marcar por el significante para convertirse en objeto ‘a’ y puede ser recuperada alrededor de los agujeros del cuerpo, en las zonas erógenas[p1] . Pero se mantiene fuera del cuerpo. (2)
Contrariamente a lo que nosotros decimos habitualmente, que el principio de placer hace barrera al goce (como pulsión de muerte), en el caso del goce sexual es justamente el placer que da acceso al goce. Lacan dice que el goce sexual introduce un mínimo de ‘relaciones diplomáticas’ con el goce imposible (el que llamó absoluto) que está fuera de sistema y fuera de acceso. Es por la mediación del falo que se anuda esta ‘relación diplomática’ entre el cuerpo simbólico y el goce, porque el falo como significante, por un lado tiene un pie en el Otro y por otra parte es un significante de lo que no puede ser representado por el significante, a saber el goce.
Esta duplicidad le permite al falo inscribir algo de goce en el cuerpo, pero con la condición que esté negativizado, que esté recortado, castrado, puesto bajo la barra, reprimido. Es en esto que el falo representa también la castración y es un embajador del goce indecible ante el sistema simbólico en el cual el cuerpo está tomado.
La emergencia del deseo de saber
Freud indicó la importancia que toma para el sujeto neurótico el deseo de saber sobre el enigma del goce y esto desde la niñez (ref. a Las teorías sexuales infantiles). Subrayaba que los niños no creían en lo que los adultos decían (en esa época era la cigüeña, Paris, etc.). Esa pregunta vuelve a surgir en el momento de la eclosión de la neurosis, en donde se da una intrusión de goce. Se instala la pregunta sobre el goce imposible de acceder y también un deseo de saber, que no se contenta con el mito.
Lacan igual que Freud ubica el nacimiento del deseo de saber dependiendo del surgimiento del goce sexual, y al mismo tiempo el desarrollo del saber dándole al sujeto una cierta posibilidad de lectura y una cierta distancia de ese goce en tanto traumático y opaco.
“ Gracias a la relación positiva del sujeto con el goce llamado sexual, pero sin que esté asegurada de ninguna manera la conjunción sexuada, aparece el deseo de saber ( …) El deseo de saber se designa como esencial para la posición del sujeto (….) de la relación de la curiosidad sexual con todo el orden del saber, es decir, la unión entre el ‘a’, por un lado – o sea, eso donde el sujeto puede encontrar su esencia real como falta-de-gozar y nada más (…) y por otro lado, el campo del Otro, en la medida en que allí se ordena el saber, en el horizonte, el dominio, prohibido por naturaleza, del goce, con el que el goce sexual introduce ese mínimo de relaciones diplomáticas tan difíciles de sostener” ( Lacan, Seminario XVI, pg 293)
*integrante del cartel Los seis paradigmas del goce
(1)Lacan Seminario XVI, p 291, “No podemos partir de ninguna huella para establecer el significante de la relación sexual. Todo se reduce a ese significante, el falo, que justamente no está en el sistema del sujeto porque no representa al sujeto, sino (…) el goce sexual por cuanto esté fuera del sistema, o sea que es absoluto (…) el goce sexual no está en el sistema del sujeto. No hay sujeto del goce sexual (… )El único interés de estas observaciones es permitirnos precisar el sentido del falo como significante faltante… es el significante convencional para designar lo que del goce sexual está radicalmente forcluído (…) el goce es completamente real ya que no está simbolizado ni es simbolizable en ninguna parte del sistema del sujeto.
(2) En el Seminario XVI, el ‘a’ es de naturaleza matemática, homogéneo al campo significante, tiene un valor calculable, va de lugar en lugar, es repetitivo.
[p1]Hay una correspondencia entre el J sexual y el obj ‘a’, marcado x el sgte.
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