Silvia Elena Tendlarz. AME. EOL. ECF. AMP
Tempranamente en el psicoanálisis surge el problema de la angustia en los niños. Tanto Freud como Lacan abordan esta temática a lo largo de sus diferentes teorizaciones relativas a la angustia. Si bien van cambiando el punto de perspectiva, permanece inalterable lo real de la angustia.
En cada uno de ellos podemos indicar una doble temporalidad. Freud plantea dos teorías de la angustia. En la primera, la represión de la energía sexual se transforma en angustia; en la segunda, de 1925, la angustia de castración provoca la represión y no al revés.
Del lado de Lacan encontramos un amplio recorrido en torno a la angustia. Siguiendo el derrotero freudiano en torno a la relación entre la angustia y el objeto puntuaremos una aparente contradicción. En el Seminario 4 Lacan plantea que la angustia se produce ante la falta de objeto; en cambio, en el Seminario 10 afirma que la angustia no es sin objeto.
A partir de este recorrido podremos examinar las manifestaciones de la angustia en los niños.
1. El ataque de angustia
La primera teoría freudiana sobre la angustia resulta del planteo de la interferencia de la descarga de la tensión sexual, por lo que la excitación acumulada busca una vía de salida transformándose en angustia. El paradigma del obstáculo frente a la afluencia de libido es la abstinencia o el coitus interruptus, contingencias de la vida sexual relacionada directamente con los adultos.
En el texto de 1894 "Sobre la justificación de separar la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia", Freud define a la neurosis de angustia como un complejo de síntomas cuyo síntoma principal es la angustia. Ella se presenta con la modalidad de "expectativa angustiada". Se introduce así de entrada el vínculo entre la temporalidad y la angustia.
En este texto Freud se detiene en dos oportunidades en las manifestaciones de la angustia en los niños. Al describir la sintomatología de la neurosis de angustia incluye el terror nocturno y afirma que en los niños constituye una variedad del ataque de angustia. Su sesgo histérico da cuenta de su enlace con la reproducción de una vivencia o de un sueño, que puede presentarse con esta modalidad particular o también en forma pura. Establece así una relación entre la histeria y la angustia en los niños, pero con la paradoja de que la etiología sexual queda implícitamente incluida en los niños aún antes que lleve a cabo sus desarrollos sobre la sexualidad infantil.
2. Los estados de angustia
En la 25º "Conferencia de introducción al psicoanálisis", titulada "La angustia" (1916-17), Freud lleva a cabo la distinción entre la angustia realista y la neurótica de acuerdo a la diferencia que establece por entonces entre el peligro interior y exterior.
La angustia realista se produce como reacción ante un peligro externo. Se trata de una señal que provoca la huida. Esta angustia se adquiere con la educación, y, en definitiva, se vuelve la manifestación de la pulsión de autoconservación (de acuerdo a la teoría pulsional vigente en ese entonces).
La angustia neurótica concierne a la libido que fluctúa en un estado libremente flotante, expectante, para ligarse luego a una representación. La acción de la represión de la representación produce que la libido sexual se transforme en angustia. En realidad, la angustia neurótica trata al peligro interno como si fuera externo.
Freud equipara en los estados de angustia de los niños la angustia realista y la neurótica. Esta homologación es llevada a cabo en forma generalizada para niños y adultos en "Inhibición, síntoma y angustia" en tanto el peligro siempre es pulsional. Se modifica así la noción de peligro.
Freud rechaza la idea que la disposición neurótica de los niños se expresa por su inclinación hacia la angustia realista, y, al hacerlo, encuentra una solución a su paradoja sexual. El niño se angustia ante las personas extrañas porque añora encontrar a la madre, la libido que en estas circunstancias queda inaplicada se descarga como angustia. La separación, ligada luego al nacimiento, se vuelve el paradigma de la angustia. De allí que no se pueda distinguir la angustia realista de la neurótica.
Toda fobia histérica se remonta a una angustia infantil. Pero en el niño la descarga es inmediata, mientras que el adulto padece la acción de la represión.
Al examinar las frecuentes fobias a la oscuridad y a la soledad, toma el siguiente ejemplo. Un niño le pide a su tía que le hable. Ella le pregunta para qué si de todas maneras no puede verla a causa de la oscuridad. El niño responde: "Hay más luz cuando alguien habla". La angustia se produce ante la falta de la madre, pero en este caso la presencia del objeto-palabra permite mitigarla.
3. La angustia de castración
En "Inhibición, síntoma y angustia" (1925) Freud modifica su teoría de la angustia: la angustia (de castración) crea a la represión y no la represión a la angustia.
Antes que nada Freud afirma que para el yo no hay diferencia entre la angustia realista (ante el peligro exterior) y la angustia neurótica (ante el peligro pulsional). Poe ende, todo peligro realista se anuda a un peligro pulsional.
La angustia siempre se experimenta ante algo. Esto implica cierta expectativa e indeterminación puesto que falta un objeto. Cuando se encuentra un objeto aparece el miedo. De allí que Freud afirma que la presencia del objeto es lo que diferencia la angustia del miedo.
Ante la emergencia de la excitación pulsional, el yo inhibe o desvía la moción pulsional. Al hacerlo, emite una señal de displacer que se denomina angustia. De esta manera, el peligro interior y exterior tienen el mismo patrón de defensa puesto que la represión equivale a un intento de huida.
La angustia no es, pues, libido transformada, sino que es la reacción frente a situaciones de peligro tales como el nacimiento, la pérdida del pene, el amor del objeto y el amor del superyó. Ahora bien, para Freud el patrón de lectura que permite resignificar estas pérdidas es la castración, por lo que concluye que "la angustia de castración es el único motor de los procesos defensivos que llevan a la neurosis". Esta angustia toma la modalidad en las mujeres del miedo a la pérdida del amor por parte del objeto.
Freud establece la siguiente secuencia. La situación traumática se produce ante el desamparo del sujeto frente a un peligro realista o pulsional. Ella se diferencia de la situación de peligro en tanto en que esta última se incluye la expectativa. En un segundo tiempo la angustia se vuelve la expectativa del trauma, al mismo tiempo que se transforma en su repetición disminuida en intensidad. La señal de angustia en el yo es la reacción originaria frente al desamparo del trauma, y la reproduce como una señal ante la situación de peligro.
En tanto que la exigencia pulsional es algo real, dice Freud, la angustia neurótica tiene un fundamento real. Vale decir que para Freud la angustia siempre es real.
Al detenerse en el análisis de la exteriorización infantil de la angustia, Freud señala nuevamente que su fuente es la soledad, la oscuridad o la presencia de una persona extraña. Los tres casos se reducen a la angustia que provoca la ausencia del objeto amado. En este punto establece la analogía entre la angustia de castración, en tanto se trata de la separación de un objeto libidinizado, y la originaria angustia de nacimiento, que se engendra a partir de la separación de la madre.
4. La histeria de angustia
Freud introduce con el caso del pequeño Hans (1905) una nueva entidad clínica inexistente hasta entonces que denomina "histeria de angustia". Se trata de síndromes, dice Freud, que pueden pertenecer a diferentes neurosis. Esto explica que clínicamente se la encuentre frecuentemente en los niños, ya sea bajo la modalidad de fobias transitorias o de estados o ataques de angustia. Su aparición no determina la cristalización en un tipo clínico específico de neurosis. Esta entidad clínica expresa el pasaje de la psicopatología de la fobia a la clínica del sujeto de la fobia.
En la zoofobia histérica del pequeño Hans el síntoma se constituye por la sustitución del padre por el caballo. En lugar de temer ser castrado por el padre, el niño teme ser mordido por el caballo, por lo que surge su expectativa angustiada vinculada con el caballo. La fobia intenta solucionar el conflicto de ambivalencia hacia el padre. Se reprime así el impulso hostil hacia el padre, incluso hacia el caballo puesto que no experimenta hostilidad sino miedo o piedad. La inhibición se expresa por su miedo a salir a la calle.
Freud analiza su fobia en término edípicos y señala la tendencia pasiva de Hans hacia el padre que se manifiesta como el miedo a ser devorado por el padre, expresión de su deseo de ser amado por el él.
La primera teoría de la angustia utilizada por Freud lo lleva a considerar que la libido dirigida hacia el padre se transforma en angustia. Su cambio teórico modifica su perspectiva de análisis. Se trata de una angustia realista, la de castración, frente a un peligro que es considerado real. Así, la angustia impulsa a la represión. No se trata ya de un peligro pulsional interior sustituido por proyección por un peligro de percepción exterior, sino que la exigencia pulsional se vuelve un peligro porque conlleva un "auténtico peligro exterior, el de la castración". La angustia de castración, dice Freud, es la angustia frente a un peligro que amenaza efectivamente o que es considerado real. La fobia sustituye un peligro por otro, no lo proyecta. El peligro frente al cual emite la señal de angustia es el de la castración.
5. La angustia no es la fobia
En el Seminario 4 Lacan lleva a cabo su primer extenso desarrollo sobre la angustia tomando como punto de partida al pequeño Hans. Allí plantea que la angustia no es el miedo a un objeto, la angustia es la confrontación del sujeto con la ausencia del objeto. Con esta afirmación Lacan es absolutamente freudiano: falta un objeto por eso la angustia no es la fobia.
Parte de la emergencia del "elemento real" en el niño que es la erección del pene, que resignifica el nacimiento de la hermana, y produce la aparición de la angustia.
Hasta entonces el niño era un objeto en la metonimia imaginaria de la madre que respondía al deseo materno. Pero cuando aparecen las erecciones del niño, ella no integra ese pene real en su metonimia imaginaria, por lo que no puede metabolizarse en lo simbólico. Lacan indica que la acción de lo imaginario sobre lo real permite la emergencia de lo simbólico. De allí que todas estas construcciones míticas imaginarias del pequeño Hans permiten encontrar una solución simbólica. Es más: da como una indicación general para los tratamientos de niños que se trata de producir una imaginarización de lo real para producir un efecto de simbolización.
Esto responde a un momento de la enseñanza de Lacan en el que lo simbólico predomina sobre lo imaginario, sin que haya dado consistencia aún al registro de lo real, aplastado en alguna medida por lo empírico.
En la historia del pequeño Hans, en un primer momento el niño está a solas con su madre, con su "hace pipí" como el organizador del mundo que le permite construir un universal. Una mañana se despierta llorando y le dice a la madre que "cuando dormía pensé que estabas lejos y no tenía ninguna mami para hacer cumplidos". Al día siguiente de este sueño de angustia surge la angustia en el parque, y pide que lo lleven a su casa para estar con su mamá. En un tercer episodio el niño tiene miedo a que un caballo lo muerda, es decir, se desencadena la fobia. En la observación está claramente distinguido que la angustia precede a la emergencia de la fobia. La fobia localiza ya lo que era esa angustia deslocalizada.
La fobia le permite hacer una construcción simbólica de su mundo. Pero no se trata del miedo al caballo sino a los caballos, como tampoco se llama el "Hombre de la rata" –célebre caso de Freud- sino el "Hombre de las ratas". Tanto el significante "rata" como "caballo" reciben una serie de sustituciones simbólicas. En los comienzos del siglo XX, que existen carruajes tirados por caballos, la presencia ubicuitaria de los caballos traza una geografía particular que orden a su mundo.
En este caso no se trata de la angustia por la separación de la madre como dice Freud –añoranza del objeto materno-, sino que dado que la separación no se tramita en lo simbólico de una manera adecuada, aparece la fobia como el instrumento que actúa como suplencia para establecer la separación simbólica entre la madre y el niño.
La angustia es correlativa al momento de suspensión del sujeto en un momento en el que ya no sabe dónde está, dice Lacan. La expectativa angustiada implica una temporalidad lógica de anticipación que corresponde al tiempo de comprender. El miedo es que ocurra algo real. A partir de la fobia el mundo aparece poblado por una serie de puntos peligrosos que lo reestructuran, y eso lo lleva a cabo porque el miedo es más tranquilizador que la angustia, la angustia es mucho más inquietante porque está deslocalizada. De esta manera, la "avanzadilla" de la fobia marca un umbral de protección contra la angustia.
Siguiendo a Freud, Lacan puntúa dos clases de angustia en el pequeño Hans: ante el padre (vor der Vater) y alrededor del padre (um der Vater). La angustia ante el padre está representada por la angustia ante el caballo, vuelto miedo. Alrededor del padre, indica el lugar vacío de la función paterna que convoca a una suplencia. El cristal significante del síntoma fóbico se basa luego en la sustitución del miedo a que el caballo lo muerda por el miedo a que el padre lo castre, es decir, se trata de una sustitución significante.
A continuación se producen las neoproducciones de la fobia. La fobia se desplaza a través de construcciones míticas que construye la suplencia simbólica. Primero está el miedo a que el caballo lo muerda, pero después se une a la idea de su caída, se enlaza al movimiento, que implica una metonimia. Pero no es a través del movimiento que encuentra una salida sino con la conversión del movimiento en sustitución a través del fantasma del instalador: "Ha venido el instalador y con unas tenazas me ha quitado primero el trasero y después me puso otro, y después el hace pipí".
La sustitución permite establecer una oposición entre aquello que queda fijo, adherido, y lo que puede ser movible. Hay una transformación del movimiento en sustitución que permite un efecto de metaforización, por lo que se pasa de la continuidad de lo real a la discontinuidad de lo simbólico
La angustia, la situación de peligro, es estar librado a la madre cuando la función paterna no opera como tal y el niño queda a expensas de la idea de ser devorado por la madre. El miedo de ser mordido por los caballos, léase castrado por el padre, tiene como punto de partida la idea de que podría ser mordido por la madre -esas mordeduras que hace al niño jugando,- devorado por ella. El fantasma de devoración traduce la falla de la castración paterna, en lugar de la castración paterna está la idea de que podría ser devorado por el Otro, que hay demasiada madre, sin establecerse un límite adecuado entre la madre y el niño.
El caballo, como una solución sobresaturada, o sea algo que se cristaliza en determinado momento, aparece como un término nuevo cuya propiedad consiste en ser un significante oscuro. Lacan hace jugar aquí la homofonía en francés entre "un significante" e "insignificante". Este significante nuevo, insignificante, oscuro, Lacan lo llama más adelante S1. El caballo es un S1 en la medida en que se enlaza con otros significantes y cobra distintos sentidos.
De la metonimia original a través de la cual se construye la fobia, por un paso del peso del sentido, un deslizamiento gramatical, los caballos se expanden a los carruajes metonímicamente. "Por causa de" (wegen) los caballos por homofonía pasa a los medios de transporte, a los carruajes (wägen). La particularidad de los carruajes es que pueden separarse del caballo, volviéndose de este modo una representación de la separación con la madre. En otros términos, es el pasaje del ser al tener, la promesa fálica de que algo puede separarse y obtenerse en su lugar una sustitución posible a nivel fálico.
Este desarrollo produce la exhausión significante que permite llevar a cabo la suplencia de la carencia paterna.
6. La respuesta al desamparo
En el transcurso del Seminario 10 Lacan desarrolla el concepto de angustia de distintas maneras. Comienza utilizando sus esquemas ópticos y retoma su planteo del Seminario 8 de que la angustia se produce ante la emergencia del deseo del Otro.
Un objeto aparece en más en el lugar de la castración imaginaria. Al niño lo angustia que esté perturbada la posibilidad de la falta y que la madre "esté sobre sus espaldas". Esto se visualiza en la experiencia de lo siniestro freudiano, en el que el Heim, lo familiar, aparece en más en el lugar en donde no debería estar, por lo que produce el Unheimlich, lo siniestro, junto a la angustia del sujeto. La angustia no es ya la señal de la ausencia del objeto sino que indica que falta la falta, por lo que aparece el objeto angustiante.
La prohibición de la masturbación del pequeño Hans da cuenta entonces de la presencia del deseo materno. No hay pérdida sino presencia.
Un paso más se añade en el transcurrir del seminario. Lacan modifica su concepción del objeto y del deseo. No se trata ya del objeto fascinante ligado a la intencionalidad, el objeto del deseo, sino del objeto causa del deseo que enfatiza la causalidad del deseo.
Por otra parte, Lacan corrige la expresión freudiana de los "caballos de la angustia" y los nombra los "caballos del miedo" puesto que tienen un objeto que al dar miedo desangustia. Pero la Aufhebung de la angustia a través de la fobia no produce la abolición entera de la angustia. Existe un resto que se localiza en la boca del caballo como una mancha negra. A este residuo singular, puntuado ya en el Seminario 4, Lacan lo plantea como desimaginarizado y designificantizado, aunque no lo nombre aún como el objeto a.
Esto explica la aparente oposición relativa al objeto planteada entre el Seminario 4 y 10. A través de la vía significante la angustia es "sin objeto"; en cambio, la anulación significante indica que "no es sin objeto", puesto que el objeto es real, aunque no esté designado aún en este seminario. La angustia es el índice, dice Lacan del das Ding, de lo real.
Ahora bien, Lacan sostiene la idea freudiana de que la angustia de nacimiento es el prototipo de la angustia, volviéndose así la defensa contra el desamparo absoluto que implica la entrada en el mundo.
En su presentación del Seminario La Angustia ("Introduction à la lectura du Séminaire l'angoisse"), Jacques-Alain Miller indica que la generalización de la castración con la modalidad de la separación introduce un nuevo paradigma centrado en el objeto perdido y en la separación. Las consecuencias de este planteo en los niños se hacen presentes de inmediato. La formalización de las operaciones lógicas de alienación y separación en el Seminario 11 permite situar a la angustia lacaniana como una vía de acceso al objeto a.
Dice Lacan en el Seminario 11: "El primer objeto que propone a ese deseo parental cuyo objeto no conoce es su propia pérdida: ¿puede perderme? El fantasma de su muerte, de su desaparición, es el primer objeto que le sujeto tiene para poner en juego en esta dialéctica… el niño evoca comúnmente el fantasma de su propia muerte en sus relaciones de amor con sus padres. En los intervalos del discurso del Otro surgen en la experiencia del niño… me dice eso, ¿pero qué quiere?".
Ante el desamparo que produce la entrada al mundo y la confrontación con el enigmático deseo del Otro se abren las puertas de las contingencias de la pregunta acerca del "¿puede perderme?". La angustia del niño es ya una elaboración frente al desamparo inicial y traduce las dificultades en la operación de separación, el punto de falla de toda estructura.
La extracción del objeto a, efecto de la separación lógica, alivia del desamparo y es ya una respuesta que permite la constitución de síntomas. La dirección de la cura no puede pensarse ya como una imaginarización de lo real para producir un efecto de simbolización, como lo plantea Lacan en el Seminario 4, sino que en la medida en que Lacan modifica sus paradigmas y lo real toma el relevo, se trata de situar el punto de falla en la operación de separación –cuando tiene lugar puesto que en la psicosis hay alienación pero no separación– y posibilitar a través del dispositivo analítico su puesta en forma. Tanto en la neurosis como en la psicosis de los niños se apunta a la separación, aún a sabiendas que para el niño psicótico es una operación que no se inscribirá jamás.
El paradigma final en la enseñanza de Lacan relativo al goce y a las suplencias modifica la teoría del síntoma, vuelto sinthome, pero en lo esencial sostiene el vínculo de la angustia con lo real.
De esta manera, y a modo de conclusión, la frecuencia de los estados y ataques de angustia en los niños de los que tempranamente Freud da cuenta se vuelven la expresión de los avatares de la estructura, y en definitiva son la mediación lógica entre el desamparo inicial y la constitución del síntoma como fijación de goce.
Publicado en el libro Una práctica de la época: el psicoanálisis en lo contemporáneo, Grama, Buenos Aires, 2005.
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