por JACQUES-ALAIN MILLER
No los haré esperar mucho tiempo para anunciarles el tema del próximo Congreso. Una nueva serie de tres temas ha empezado con "El orden simbólico en el siglo XXI". Será una serie especialmente dedicada al aggiornamento, como se dice en italiano, a la puesta al día de nuestra práctica analítica, de su contexto, de sus condiciones, de sus coordenadas inéditas en el siglo XXI, cuando crece lo que Freud llamaba "el malestar en la cultura" y que Lacan descifraba como los callejones sin salida de la civilización.
Se trata de dejar atrás el siglo XX, dejarlo detrás de nosotros para renovar nuestra práctica en el mundo, él mismo bastante reestructurado por dos factores históricos, dos discursos: el discurso de la ciencia y el discurso del capitalismo. Son los dos discursos prevalentes de la modernidad que, desde el inicio, desde la aparición de cada uno, han empezado a destruir la estructura tradicional de la experiencia humana. La dominación combinada de ambos discursos, cada uno apoyando al otro, ha crecido a un punto tal que esa dominación ha logrado destruir, y tal vez romper, hasta los fundamentos más profundos de dicha tradición.
Eso lo hemos visto en el curso de este Congreso, con el tremendo cambio del orden simbólico, cuya piedra angular, es decir el Nombre del Padre, se ha resquebrajado. La piedra angular que es, como lo dice Lacan con extrema precisión, el Nombre del Padre según la tradición. El Nombre del Padre según la tradición ha sido tocado, ha sido devaluado por la combinación de los dos discursos, el de la ciencia y el del capitalismo. El Nombre del Padre, famosa función clave de la primera enseñanza de Lacan, de la que ahora puede decirse que es una función reconocida a través de todo el campo analítico, sea lacaniano o no.
El Nombre del Padre, función clave, Lacan mismo la ha rebajado, depreciado en el transcurso de su enseñanza, terminando por hacer del Nombre del Padre nada más que un sinthome. Es decir, la suplencia de un agujero. Se puede decir, ante esta asamblea y haciendo un cortocircuito, que ese agujero colmado por el "síntoma Nombre del Padre", es la inexistencia de la proporción sexual en la especie humana, en la especie de los seres vivientes que hablan. Y el rebajamiento del Nombre del Padre en la clínica introduce una perspectiva inédita que Lacan expresa diciendo: "Todo el mundo es loco, es decir, delirante."[1] ¡No es un chiste! Esto traduce la extensión de la categoría de la locura a todos los seres hablantes que padecen de la misma carencia de saber en lo que concierne a la sexualidad. Este aforismo, apunta a lo que comparten las llamadas estructuras clínicas: neurosis, psicosis, perversión. Y, por supuesto, hace temblar, sacude la diferencia entre neurosis y psicosis que era, hasta ahora, la base del diagnóstico psicoanalítico, tema inagotable de las enseñanzas.
Para el próximo Congreso propongo adentrarnos más en las consecuencias de dicha perspectiva estudiando lo real en el siglo XXI.
De esa palabra, "lo real", Lacan hace un uso que le es propio, que no siempre ha sido el mismo y que deberemos esclarecer. Pero creo que hay una manera de decirlo que tiene una suerte de evidencia intuitiva para cada uno de los que viven en el siglo XXI, más allá de nosotros, los lacanianos. Por lo menos, es una suerte de evidencia para los que han sido formados en el siglo XX y que ahora, por un cierto tiempo, pertenecen al siglo XXI.
Hay un gran desorden en lo real.
Es esta fórmula misma la que propongo para el Congreso de París 2014: Un gran desorden en lo real en el siglo XXI.
Y quiero comunicarles ahora los primeros pensamientos que me provoca este título cuya formulación encontré hace dos días. Son pensamientos que arriesgo, para lanzar nuestra conversación de la Escuela Una, que durará dos años. No lo es, por supuesto, para cerrar esa discusión.
El primero que se me ocurrió al respecto -lo he acogido como estaba- es el siguiente: antaño lo real se llamaba la naturaleza. La naturaleza era el nombre de lo real cuando no había desorden en lo real.
Cuando la naturaleza era el nombre de lo real, se podía decir, como lo hizo Lacan, que lo real siempre vuelve al mismo lugar. Solamente en esa época en la cual lo real se disfrazaba de naturaleza, lo real parecía la manifestación más evidente y más elevada del concepto mismo de orden.
Y al retorno de lo real al mismo lugar, Lacan oponía, por supuesto, el significante, en tanto que lo que lo caracteriza es el desplazamiento, la Enstellung -como decía Freud. El significante se conecta, se sustituye de modo metafórico o de modo metonímico y siempre vuelve en lugares inesperados, sorprendentes.
Por el contrario, lo real -en dicha época, cuando se confundía con la naturaleza- se caracterizaba por no sorprender. Se podía esperar tranquilamente su aparición en el mismo lugar, en la misma fecha. Los ejemplos de Lacan para ilustrar el retorno de lo real en el mismo lugar lo muestran. Sus ejemplos son el retorno anual de las estaciones, el espectáculo del cielo y de los astros.
Es eso lo que ha servido de modelo, por ejemplo, en toda la antigüedad, en los rituales chinos que utilizan cálculos matemáticos para la medición de los astros, etcétera.
Se puede decir que en dicha época, lo real en tanto que naturaleza tenía la función del Otro del Otro, es decir que era la garantía misma del orden simbólico.
Así, la agitación retórica del significante en el decir humano, resultaba enmarcada por una trama de significantes fijos como los astros. La naturaleza -es su definición misma- se definía por estar ordenada, es decir, por la conjunción de lo simbólico y de lo real. A tal punto que, según la tradición más antigua, todo orden en lo humano debía imitar al orden natural. Y se sabe bien, por ejemplo, que la familia como formación natural servía de modelo para la puesta en orden de los grupos humanos y que el Nombre del Padre era la clave de lo real simbolizado.
Sobre ese papel de la naturaleza no faltan ejemplos en la historia de las ideas. Son ellos tan abundantes y tenemos tan poco tiempo, que no me explayaré en eso hoy. Son puntos para profundizar. Hay que buscarlos a través de la historia de la idea de naturaleza, siguiéndola en tanto orden, en tanto real. Por ejemplo, el mundo de la física de Aristóteles se ordena en dos dimensiones invariables: el mundo de arriba, separado del mundo sublunar, como se dice, y cada ser buscando allí su lugar propio. Así funciona esta física, que es una tópica, es decir, un conjunto de lugares muy fijos.
Con la entrada del Dios de la creación, digamos del Dios Cristiano, el orden sigue en vigencia en la medida en que la naturaleza creada por Dios responde a su voluntad. El orden divino persiste, aún cuando la separación de los dos mundos aristotélicos no exista más; orden divino que es como una ley promulgada por Dios y encarnada en la naturaleza.
A partir de esto se impone el concepto de ley natural. Es preciso ver del lado de Santo Tomás de Aquino, su definición de ley natural, que da lugar a una suerte de imperativo. Lo vamos a decir en latín: noli tangere, "no tocar a la naturaleza". Ya que se tenía la impresión de que se podía tocar a la naturaleza, que había actos humanos que iban en contra de la ley natural, en particular actos de bestialidad, contra los cuales se planteaba el imperativo de no tocar a la naturaleza.
Debo decir, aunque quizás no sea aquí la impresión de la mayoría, que encuentro admirable cómo, aún hoy, la Iglesia Católica lucha para proteger a lo real, al orden natural de lo real, en las cuestiones de la reproducción, de la sexualidad, de la familia, etc. Por supuesto, son elementos anacrónicos, pero que testimonian de la duración y de la solidez de ese viejo discurso. Se podría decir que es admirable como causa perdida, porque todo el mundo siente que lo real se ha escapado de la naturaleza.
Desde el inicio la Iglesia había percibido que el discurso de la ciencia iba a tocar a ese real que ella protegía como naturaleza. Pero no bastó con encerrar a Galileo para detener la irresistible dinámica científica, así como tampoco bastó con calificar de turpitudo a la avidez por aprovecharse de las ganancias, para detener la dinámica del capitalismo. Es Santo Tomás quien utiliza la palabra latina turpitudo para el progreso.
¿Causa perdida? Lacan decía también que la causa de la Iglesia anunciaba quizás un triunfo. ¿Por qué? Porque lo real, emancipado de la naturaleza, es tanto peor que se vuelve cada vez más insoportable. Hay como una nostalgia del orden perdido que, aunque no se pueda recuperar, sigue vigente como ilusión.
Antes de la aparición misma del discurso de la ciencia se nota la emergencia de un deseo de tocar lo real. Bajo la forma de actuar sobre la naturaleza: hacerla obedecer, movilizar y utilizar su potencia. ¿Cómo? Antes de la ciencia, un siglo antes de la aparición del discurso científico, ese deseo se manifestaba en lo que se llamó la magia. La magia es otra cosa que el truco del prestidigitador que convocamos para distraer a los niños.
Lacan la considera tan importante que en el último texto de los Escritos, "La ciencia y la verdad"[2], inscribe la magia como una de las cuatro condiciones fundamentales de la verdad: magia, religión, ciencia y psicoanálisis. Cuatro términos que anticipan algo de los famosos "cuatro discursos".
A la magia la define como la llamada directa al significante que está en la naturaleza a partir del significante del encantamiento. El mago habla para hacer hablar a la naturaleza, para perturbarla, y eso es ya infringir el orden divino de lo real, de tal manera que se persiguió a los magos en tanto que la magia era como una brujería.
Pero esta magia, la moda de la magia, era ya la expresión de un anhelo hacia el discurso científico. Esa fue la tesis de la erudita Frances Yates que considera que el hermetismo preparó al discurso científico.[3] Y es un hecho histórico que Newton, él mismo, fue un distinguido alquimista. Yates, al retomar los trabajos del economista John Maynard Keynes sobre Newton, indica que éste había pasado más años interesado en la alquimia que en las leyes de la gravitación. Digo esto como puntos para estudiar, en esta rama de la historia de la ciencia.
Pero nosotros más bien seguiremos a Alexandre Koyré[4] quien insiste sobre esta diferencia: la magia hace hablar a la naturaleza mientras que la ciencia la hace callar.
La magia es encantamiento, ocultación, retórica. Con la ciencia uno pasa de la palabra a la escritura, conforme al enunciado de Galileo: "la naturaleza está escrita en lenguaje matemático".[5]
Hay que recordar que en el final de su enseñanza, Lacan no dudaba en preguntarse si el psicoanálisis -cuando ya no tenía la ambición de volverlo científico- no sería una suerte de magia. Lo dice una vez, pero es un eco a considerar.
Con eso empieza, por supuesto, una mutación de la naturaleza, y nosotros podemos expresarla con el aforismo de Lacan: "hay un saber en lo real".[6]
Esa es la novedad: algo está escrito en la naturaleza.
Se continuó hablando de Dios y de la naturaleza, pero Dios no es nada más que un sujeto supuesto saber, un sujeto supuesto al saber en lo real. La metafísica del siglo XVII describe un Dios del saber que calcula, lo dice Leibnitz, o bien que se confunde con ese cálculo, lo dice Spinoza. En todos los casos se trata de un Dios matematizado.
Diré que la referencia a Dios ha permitido, velando la vieja ilusión de Dios, el pasaje del cosmos finito al universo infinito. Con el universo infinito de la física-matemática, la naturaleza desaparece, se vuelve -con los filósofos del Siglo XVIII- solamente una instancia moral. Con el universo infinito la naturaleza desaparece y empieza a develarse lo real.
Me he interrogado sobre la fórmula "hay un saber en lo real". Sería una tentación decir que el inconsciente está en ese nivel. Pero, por el contrario, la suposición de un saber en lo real me parece el último velo que hay que levantar. Si hay un saber en lo real, hay una regularidad que el saber científico permite prever. El saber científico está orgulloso de prever, en tanto que eso demuestra la existencia de leyes y que no se necesita un enunciador divino de esas leyes para que sigan vigentes. Es a través de esa idea de leyes que se ha detenido la vieja idea de la naturaleza en la expresión misma "las leyes de la naturaleza".
Einstein, como lo relata Lacan, se refería a un Dios honesto que rechaza todo azar. Era su manera de oponerse a las consecuencias de la física cuántica de Max Planck; era, en Einstein, una tentativa de retener el discurso de la ciencia y la revelación de lo real.
Progresivamente, la física ha debido dar lugar a la incertidumbre probabilista proveniente de la economía, es decir, a un conjunto de nociones que amenazan al sujeto supuesto saber. No se ha podido, tampoco, volver equivalentes lo real y la materia. Con la física subatómica, los niveles de la materia se multiplican y, vamos a decir, el La de la materia como el La de la mujer, se desvanece.
Quizás puedo arriesgar aquí un cortocircuito. Con respecto a la importancia de las leyes de la naturaleza se entiende el eco tremendo que debería tener el aforismo de Lacan: "lo real es sin ley".[7] Esa es la fórmula que da testimonio de una ruptura total entre naturaleza y real. Es una fórmula que corta decididamente la conexión entre ellos. Ataca a la inclusión del saber en lo real que mantiene la subordinación al sujeto supuesto saber.
En el psicoanálisis no hay saber en lo real. El saber es una elucubración sobre un real despojado de todo supuesto saber. Por lo menos eso es lo que Lacan inventó como lo real, hasta el punto de preguntarse si eso no era su síntoma, si eso no era la piedra angular que lo hacía mantener la coherencia de su enseñanza.
Lo real sin ley parece impensable. Es una idea límite que primero quiere decir que lo real es sin ley natural. Por ejemplo, todo lo que había sido el orden inmutable de la reproducción está en movimiento, en transformación. Ya sea a nivel de la sexualidad o de la constitución del ser viviente humano con todas las perspectivas que aparecen ahora, en el siglo XXI, de mejorar la biología de la especie.
El siglo XXI se anuncia como el gran siglo de la bioengineering que dará ocasión a todas las tentaciones de eugenismo. Y la mejor descripción de lo que experimentamos ahora con evidencia, sigue lo que Karl Marx ha dicho en su Manifiesto Comunista sobre los efectos revolucionarios del discurso del capitalismo en la civilización.
Me gustaría leer algunas frases de Marx que ayudan a una reflexión sobre lo real:
"La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar constantemente los instrumentos de producción, lo que quiere decir las relaciones de producción, es decir, las relaciones sociales." Hay una "…incesante conmoción de todo el sistema social (…) Todas las relaciones sociales estancadas y enmohecidas, con su cortejo de concepciones y de ideas antiguas y venerables, se disuelven (…)". Y la mejor expresión de la ruptura con la tradición: "Todo lo sólido se desvanece en el aire. Todo lo sagrado es profanado".[8]
Diré que capitalismo y ciencia se han combinado para hacer desaparecer la naturaleza y lo que queda del desvanecimiento de la naturaleza es lo que llamamos lo real, es decir, un resto, por estructura, desordenado. Se toca a lo real por todos lados según los avances del binario capitalismo-ciencia, de manera desordenada, azarosa, sin que pueda recuperarse una idea de armonía.
Hubo un tiempo, en el que Lacan enseñaba el inconsciente como un saber en lo real, cuando lo decía estructurado como un lenguaje. En esa época, él buscaba las leyes de la palabra, las leyes del significante, la relación de causa y efecto entre significante y significado, entre metáfora y metonimia, a partir de la estructura del reconocimiento de Hegel: reconocer para ser reconocido. También presentaba y ordenaba ese saber en grafos, bajo la preeminencia del Nombre del Padre en la clínica y bajo el ordenamiento fálico de la libido.
Pero luego se abrió a otra dimensión con lalengua en tanto que hay leyes del lenguaje pero no hay leyes de la dispersión y de la diversidad de las lenguas. Cada lengua está formada por contingencias, por azar. En esa dimensión, el inconsciente tradicional -para nosotros el inconsciente freudiano- se nos aparece como una elucubración de saber sobre un real; una elucubración transferencial de saber cuando, a ese real, se superpone la función del sujeto supuesto saber que se presta a encarnar otro ser viviente. Es el inconsciente que puede ponerse en orden, en tanto que discurso, pero solamente en la experiencia analítica. Diré que la elucubración transferencial consiste en dar sentido a la libido, que es la condición para que el inconsciente sea interpretable. Eso supone una interpretación previa, es decir, que el inconsciente mismo interprete.
¿Qué es lo que interpreta el inconsciente? Para poder dar una respuesta a esta pregunta hay que introducir un término, una palabra. Esa palabra es "lo real".
En la transferencia se introduce el sujeto supuesto saber para interpretar lo real. Desde ahí se constituye un saber no en lo real sino sobre lo real. Aquí ubicamos el aforismo: "lo real está desprovisto de sentido"[9]. El no tener sentido es un criterio de lo real, en tanto que es cuando uno ha llegado al fuera de sentido que puede pensar que ha salido de las ficciones producidas por un querer-decir. "Lo real está desprovisto de sentido" es equivalente a lo real no responde a ningún querer-decir. El sentido se le escapa. Hay donación de sentido a través de la elucubración fantasmática.
Los testimonios del pase, esas joyas de nuestros Congresos, son relatos de la elucubración fantasmática de alguien, y de cómo se expresa y se rehace la experiencia analítica para reducirse a un núcleo, a un pobre real, que se desdibuja como el puro encuentro con lalengua y sus efectos de goce en el cuerpo. Se desdibuja como un puro shock pulsional.
Lo real, entendido así, no es un cosmos, no es un mundo, tampoco un orden; es un trozo, un fragmento asistemático separado del saber ficcional que se produce a partir de ese encuentro. Ese encuentro de lalengua y del cuerpo no responde a ninguna ley previa; es contingente y siempre perverso. Es ese encuentro y sus consecuencias, porque ese encuentro se traduce por un desvío del goce con respecto a lo que el goce debería ser, que es lo que sigue vigente como sueño.
Lo real inventado por Lacan no es lo real de la ciencia. Es un real azaroso, contingente, en tanto que falta la ley natural de la relación entre los sexos. Es un agujero en el saber incluido en lo real.
Lacan ha utilizado el lenguaje matemático que es el más favorable a la ciencia. En las fórmulas de la sexuación, por ejemplo, ha tratado de captar los callejones sin salida de la sexualidad en una trama de lógica matemática. Y eso ha sido una tentativa heroica de hacer del psicoanálisis una ciencia de lo real como lo es la lógica.
Pero eso no se puede hacer sin encarcelar el goce en la función fálica, en un símbolo. Eso implica una simbolización de lo real, implica referirse al binario hombre-mujer como si los seres vivientes pudieran estar repartidos tan nítidamente, cuando ya vemos en lo real del siglo XXI un desorden creciente de la sexuación.
Eso es una construcción secundaria que interviene después del choque inicial del cuerpo con lalengua, que constituye un real sin ley, sin regla lógica. La lógica se introduce solamente después, con la elucubración, el fantasma, el sujeto supuesto saber y el psicoanálisis.
Hasta ahora bajo la inspiración del siglo XX nuestros casos clínicos, tal como los expresamos, son construcciones lógicas y clínicas bajo transferencia. Pero la relación causa-efecto es un prejuicio científico apoyado en el sujeto supuesto saber. La relación causa-efecto no vale al nivel de lo real sin ley, no vale sino como una ruptura entre causa y efecto.
Lacan lo decía como un chiste: "si uno entiende cómo funciona la interpretación, eso no es una interpretación analítica". En el psicoanálisis, tal como Lacan nos invita a practicarlo, se experimenta la ruptura del vínculo causa-efecto, la opacidad del vínculo, y es por eso que hablamos de inconsciente.
Voy a decirlo de otra manera. El psicoanálisis transcurre a nivel de lo reprimido y de la interpretación de lo reprimido gracias al sujeto supuesto saber. Pero en el siglo XXI se trata, para el psicoanálisis, de explorar otra dimensión: la de la defensa contra lo real sin ley y fuera de sentido. Lacan indica esa dirección con su noción de lo real tal como lo hace Freud con el concepto mítico de pulsión. El inconsciente lacaniano, el del último Lacan, está al nivel de lo real, vamos a decir por comodidad, "debajo" del inconsciente freudiano. De tal manera que, para entrar en el Siglo XXI, nuestra clínica deberá centrarse sobre el desbaratar la defensa, desordenar la defensa contra lo real.
En un análisis el inconsciente transferencial es una defensa contra lo real. Porque en el inconsciente transferencial sigue vigente una intención, un querer decir, un querer que me diga algo. Mientras que el inconsciente real no es intencional, sino que se encuentra bajo la modalidad del "así es", y que, se puede decir, es como nuestro "Amén".
Varias preguntas se abrirán para nosotros en el próximo Congreso: la redefinición del deseo del analista, que no es un deseo puro como dice Lacan, no es una pura metonimia infinita, sino que se nos aparece como un deseo de alcanzar lo real, de reducir al Otro a su real y liberarlo del sentido.
Agregaré que Lacan intentó representar lo real como nudo borromeo. Nos preguntaremos: ¿qué vale esa representación? ¿Para qué nos sirve ahora? A Lacan, ese nudo, la pasión por el nudo borromeo, le sirvió para llegar a esa zona irremediable de la existencia; la misma zona que Edipo en Colona, donde se presenta la ausencia absoluta de caridad, de fraternidad, de cualquier sentimiento humano.
Ahí nos lleva la búsqueda de lo real despojado de sentido.
Gracias
Buenos Aires, 26 de abril de 2012.
*Presentación del tema del IX° Congreso de la AMP
Revisión: Leonardo Gorostiza. Desgrabación: Paula Danziger
Versión en idioma original: Présentation du thème du IXème Congrès de l'AMP (Francés)
N O T A S
1-Lacan J., "¡Lacan por Vincennes!", en Lacaniana número 11, Publicación de la EOL, Buenos Aires, 2011, pág.7.
2-Lacan J., "La ciencia y la verdad", Escritos 2, págs. 848-850, sigloXXIeditores, Argentina, 1987.
3-Cf. Yates F., La Philosophie occulte à l’époque élisabéthaine, Paris, Dervy, 1987. Hay versión castellana, La filosofía oculta en la época isabelina, Fondo de Cultura Económica, México, 1982.
4-Cf. Koyré A., Estudios de historia del pensamiento científico, sigloXXIeditores, México, 2000.
5-Galileo Galilei, El ensayador, Colección "Los Grandes Pensadores", Sarpe, Madrid, 1984.
6-Lacan J., Le Séminaire, livre XXIV, « L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre », Lección del 15 de febrero de 1977, inédito.
7-Lacan J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Argentina, 2006, pág. 135.
8-Marx K., Engels F., Manifeste du parti communiste, Pékin, Les éditions en langues étrangères, 1975, p.36-37.
9-Ibídem nota 7, pág. 133.
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