Eric Laurent en la Biblioteca Nacional
La apuesta mayor del Congreso de 2008 de la AMP sobre los « objetos a en la experiencia analítica » es proseguir nuestro diálogo entre el psicoanálisis como práctica y la civilización que es nuestro partenaire.
El estado actual de la civilización se describe como individualismo de masa, o hedonismo conformista de masa. Algunos se lamentan de las consecuencias que esto acarrea para el lazo social y su fragilización. No podemos estar de acuerdo con esta queja que señala los desórdenes que produce la promoción del fantasma y del goce en el cenit de nuestra época. En tanto antes estaba velado, el objeto a aparece más claramente. Si antes de la Segunda Guerra Mundial denunciaban la tiranía del narcisismo, de ahora en más es la época del develamiento del objeto tirano.
La indicación dada por Jacques-Alain Miller en ocasión del Congreso de la AMP en Comandatuba en 2004 es no quejarse de las consecuencias de ese develamiento que podemos leer en los síntomas que afectan a los lazos sociales. El psicoanálisis contribuyó a este develamiento y ayuda a situar las consecuencias. Están marcadas por el término de "hedonismo" utilizado para caracterizar estos síntomas. Un psicoanalista no puede admitir este término de hedonismo contemporáneo pues el hedonismo es un sueño: este supondría una medida posible de las relaciones del sujeto con su goce. Los límites de esta relación pueden situarse en dos vertientes. La primera es la del amor, que prefiere la nada a la satisfacción.
Esto se puede leer en la novela de Italo Calvino que comentó Diana Wolodarsky. El cuento nos muestra que el emperador prefiere el vacío del anillo -recuerdo de su unión, y la adoración del cuerpo embalsamado de la amada- a todas las satisfacciones posibles. En este anillo están presentes el amor de la castración y el fetiche que cubre la ausencia, borde de esta castración. Pero sería necesario escribir otro cuento:¿qué hacía Carlomagno no alejándose nunca de las orillas del lago de Constanza? ¿Mientras que su cuerpo no podía cesar de escapársele, de "escurrirse todo el tiempo" [1]? Porque mientras vivía no se podía embalsamar a sí mismo, tenía que soportar cotidianamente esta fuga del cuerpo. ¿Cómo hacía Carlomagno para soportar esto? Este otro cuento por escribir, podría ser parte de un concurso para nuestro encuentro de 2008.
La segunda vertiente del límite del así llamado hedonismo es el goce más allá del principio del placer que indica el horizonte de la pulsión de muerte.
Adicciones y lazo social
La movilización general que produce el capitalismo global, nunca vista en la historia, produce un efecto que va mucho más allá de la cantinela del hedonismo y de la felicidad. Actualiza un "plus de gozar" que no puede cesar de producir sus efectos en dos vertientes: pulsión de muerte y restauración de un amor por el padre muerto.
De un lado, tenemos el fundamentalismo religioso y del otro el narco capitalismo. Estas dos vertientes pueden reunirse cuando tomamos conocimiento de que los Talibanes se financian con el cultivo de amapola y la exportación del opio, de la misma manera que la guerrilla colombiana se financia con el tráfico de cocaína. Un estudio muy interesante muestra que, a medida que la caída de los ideales transforma a las guerrillas en un discurso cada vez más vacío en el plano ideológico – y esto tanto sobre las razones de su lucha como sobre lo que son ellas mismas -, estas guerrillas se transforman en lo profundo, en organizaciones notablemente adaptadas para la fabricación, distribución y financiación de la droga. Encontramos de este modo una mezcla de los extremos, que nos hace pensar que lo más difícil en la civilización del supuesto hedonismo es el tratamiento de su relación con la adicción.
La adicción es el horizonte autista y mortífero del goce. Se presenta, aparentemente, como el polo opuesto de este amor, que nos conduciría a la nada. La adicción, ciertamente, nos separa del Otro –incluso en lo que respecta a los estupefacientes – pero también nos re-incluye en el Otro, y es un hecho que hay un tratamiento posible de la adicción. Por otra parte hay entre los presentes especialistas, y ellos saben que más bien que un tratamiento, hay que decir tratamientos posibles de la adicción.
El tratamiento de la adicción, de la toxicomanía del sujeto, es uno de los más difíciles que existen. Después de todo habría que partir de lo plural de los tratamientos y repartirlos según los cuatro ejes que podemos inscribir con los matemas del sujeto, del objeto, del saber y del significante amo.
El tratamiento por el sujeto consiste en afirmar que "!el toxicómano no existe!" Propone al sujeto dejar de identificarse con su ser de toxicómano para dejar un lugar a su división subjetiva y al goce de la palabra. Este tratamiento sólo es aceptado por un número limitado de sujetos que han franqueado el paso de la adicción.
Existe también el tratamiento por el saber, a la vez pedagogía del toxicómano y extracción del saber de este último sobre su objeto. De un lado proponen: "¡Explíqueme bien los efectos que la droga le produce!" del otro explican: "De continuar así, usted va a morirse en tales y tales circunstancias". Es un modo de tratamiento participativo. En nombre del saber, usted tiene derechos y deberes. En el nombre de este saber, usted podrá negociar así su relación con este goce desordenado.
El tratamiento por el S1, por el contrario, es el envés del tratamiento por el S barrado. "Usted es un toxicómano sin ninguna duda y vamos a tratarlo como tal. Usted no tiene ya ningún derecho más que ubicarse bajo un ideal: el de ser un "ex adicto". Se ubicará por lo tanto a los sujetos en grupos de narcóticos-anónimos donde cada uno buscará apoyo en el otro en nombre de la identificación ideal.
Existen también los tratamientos por el objeto, por los objetos de sustitución. "Usted es dependiente de la heroína, le proponemos la metadona o el Subutex®. Esta sustitución es menos mortal, le da acceso a un objeto legal, a derechos, a un estatus social". Es un modo de reinscribir al sujeto separado de todo en un discurso, en un lazo social. De este modo, el terrible objeto cuyo poder destruye todos los lazos sociales permite paradójicamente reunir al sujeto con el Otro. Este objeto es éxtimo al sujeto en consecuencia lo inscribe de un cierto modo en el Otro.
Es la razón, creo, por la cual Jacques Lacan no se angustió frente al estado actual de la civilización. Habló más bien de la fatiga que, a largo plazo, iba a capturar al sujeto frente a los objetos de dependencia o gadgets que se le proponen. Más precisamente Lacan osciló entre el aspecto angustiante de una civilización donde falta la falta, y el efecto de fatiga, de tedio, de depresión generalizada que produce.
Vemos de este modo las modalidades según las cuales, con este objeto de goce, reanudamos un lazo con el Otro. No a partir de lo simbólico sino por medio del cuerpo en sus dos consistencias de real y de imaginario.
El cuerpo fragmentado y los objetos de la pulsión
Cada vez más, las series televisivas americanas, testimonian a través de sus temáticas, que buscan menos contar historias que poner en escena a este personaje a la vez central y múltiple que es el cuerpo. Y esto ya se trate del cuerpo glorioso, trampa para el deseo y sus tropiezos, de lo que da testimonio « Desperate housewives » o incluso el cuerpo fragmentado, cortado de « NipTuck » donde la operación de cirugía estética es la protagonista principal. Los escenarios exploran las transformaciones múltiples de ese cuerpo remodelado por el Otro, sus técnicas médicas y su industria. Es también el cuerpo privado de vida de la autopsia generalizada de los Expertos. Ustedes pueden morir y el saber universal sabrá todo de ustedes y de su asesino. Las historias contadas, múltiples, son a menudo difíciles de seguir, tan complicadas como repetitivas, aburridas. Cada vez se entiende menos y poco importa. Como en la realidad, los escenarios cambian rápido y nos bombardea con informaciones. La narración múltiple se torna la ley del género, sin que haya un punto fijo desde donde la trama de la historia pueda ser leída. Es lo que muestra bien el último film de Alejandro González Iñárritu, Babel. La fragmentación del relato de la civilización se exhibe hasta el punto de ser un imperativo.
Un crítico inglés [2] decía que hubo un momento en el cine donde solo Quentin Tarantino se interesaba en el relato múltiple y que, después de Babel, verificamos que hoy todos los films proceden de este modo. Tenemos las historias múltiples y fragmentadas de un lado, y del otro la vida de los pingüinos o más exactamente La marcha del emperador, que testimonia del cálculo formidable de la naturaleza. Este crítico anglosajón no aludía al animal preferido del presidente de la nación argentina, sino al éxito de un documental donde, según los conservadores americanos, los emperadores demuestran la formidable finalidad de la evolución, puesto que la combinación de las razones por las cuales estos pobres emperadores hacen tantos esfuerzos es propiamente increíble.
Podemos agregar a los comentarios de este crítico de cine lo siguiente: que lo que liga la fragmentación narrativa y la seguridad del cálculo de la naturaleza es el cuerpo como tal. El cuerpo se vuelve a ligar al Otro bajo una forma fragmentada que testimonia de su recorte por las pulsiones. Es por ellas que estamos de ahora en más ligados al relato fragmentario de la civilización.
Consideremos por ejemplo el objeto anal. Las fusiones-adquisiciones incesantes son un testimonio de la pasión de acumulación anal que captura a nuestro mundo, haciendo la fortuna de los bancos y banqueros y el confort de New York o de Londres. Esta acumulación está sin embargo siempre al borde de una crisis, que pudo ser financiera como en Asia hace diez años, o inmobiliaria como hoy en los Estados Unidos. Esta pasión anal, como la pasión anoréxica o bulímica nos liga a la civilización del fragmento.
Estamos capturados también por la pasión de ver -todo. Esta pasión de la mirada se manifiesta por la multiplicidad de las pantallas de proyección. Trata de captar lo que no se vio aún, lo que aún no es visible, lo que sería susceptible de una extracción suplementaria. En este sentido, el panóptico de las pantallas de la sociedad del espectáculo revela lo que fue el fantasma de la filosofía. En su teoría, en su contemplación, quería ver todo, todos los arquetipos platónicos como lo decía Borges. Estos no podían contarse pero era posible soñar con verlos a todos. Para Aristóteles se trataba más bien de contemplar toda la naturaleza.
En definitiva, el fin de la filosofía no advino solamente por lo que fue nombrado "fin de la metafísica", advino por el triunfo de la técnica, especialmente bajo la forma del panóptico que permite organizar la técnica más moderna. El panóptico de la industria del espectáculo, que nosotros creemos ver, en realidad nos vigila, nos propone una solución para la angustia de existir. Ofrece no sólo las satisfacciones de un narcisismo de la imagen multiplicada, sino las satisfacciones pulsionales del exhibicionismo temporal.
Ustedes conocen el caso clínico comentado por Lacan de ese hombre que, en el momento en que es padre, presenta una conducta exhibicionista. No sabía qué sentido darle a su pene al ser padre. O incluso otro caso que se exhibe luego de una primera relación sexual satisfactoria, en un momento de angustia de que esto pueda no repetirse. Estas exhibiciones pueden tener diversas razones clínicas. Nos recuerdan que bajo el narcisismo fálico de la imagen, ronda la satisfacción pulsional. El aforismo famoso de Andy Warhol según el cual cada uno podrá tener sus quince minutos de celebridad quiere decir que cada uno podrá tener sus quince minutos de exhibicionismo temporario.
Podemos encontrar de este modo la presencia de la pulsión de muerte bajo la imagen narcisista. La sociedad de vigilancia generalizada y la sociedad del espectáculo pueden ferozmente reunirse cuando, en Londres, las imágenes de los terroristas registradas por las cámaras de vigilancia luego del atentado, son inmediatamente difundidas en la cadena Al-Jazira y sirven a la gloria de estos hombres que eligieron matarse y matar para la gloria de Dios.
El éxito de estos aparatitos, los i-Pods o los Blackberry testimonian de la fascinación que tenemos por los aparatos portátiles y acumuladores de voz. El i-Pod con teléfono y e-mail, el e-fono de Apple, permite llevar "nuestro mundo con nosotros" como lo anuncia la publicidad. Esos aparatos que difunden música que hace bailar, que hace dormir, que hace soñar, están hechos para escondernos lo más real que hay en la voz, a lo cual se acerca la psicosis. La voz, en el fondo, es silenciosa y manda. Enuncia un orden terrible en nombre del cual el sujeto puede reunirse con su ser para la muerte, matar y matarse. Estos pequeños aparatos que tienen tanto éxito son un concentrado del superyó. Este mundo que acompaña por todas partes al sujeto contiene en su centro un punto de inmundo. La voz moviliza al sujeto en nombre del gozar, hasta el agotamiento. El workaddict, pegado a su Blackberry, termina también destruyéndose.
Estas diferentes figuras del objeto nos muestran que el objeto a, lejos de ser un peligro para el lazo social, una amenaza delante de la cual habría que llamar a una restauración, es un fundamento del lazo social. No habrá otro, pues la razón después de Freud no nos permite proseguir más el sueño de las Luces: el hombre sosteniéndose por su razón en lo universal y la autonomía Fuente: amp2008.com/es/template.asp?textos/presenta_bn/laurent.html
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